Cine, TV, Video: crítica: Kajillionaire (2020)

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Bizarra. Divertida. Emotiva. y siempre fuera de lo común, por lo cual es recomendable.

Cine, TV, Video: crítica: Kajillionaire (2020)

Por Alejandro Franco – contáctenos

calificación: 4/5 - muy buenoQuirky. Peculiar. Esa es la palabra que define al cine indie norteamericano. Es gente que se sale de las normas y busca atrapar la atención del público con lo peculiar de sus propuestas – después de todo se trata de dejar una impresión duradera con la obra y obtener un distribuidor cuando uno empieza a hacer rondas de festivales con una película rara -. Kajillonaire (que una traducción casera podría ser “muchimillonario” y a eso es lo que aspira esta pandilla de chiflados que quieren ser mas ricos que multimillonarios), en ese sentido, cumple con todas las expectativas. y aunque es imposible decir que es realista, hay algo inherente a su lenguaje que termina por hacer carne en el espectador. El bizarro escenario creado por la directora / libretista Miranda Julio es en realidad un experimento social al cual estamos invitados a presenciar. Ninguno de estos personajes se ve real, son caricaturas exageradas y maníacas pero hay un dejo de sinceridad muy en el fondo de ellas que te termina enganchando. No son sus tics sino, quizás, la universalidad del drama que florece debajo de la piel de estos personajes.

¿Qué pasa si a una criatura la crías toda su vida despojada de amor?. Julio tiene varias teorías al respecto sobre el por qué, comenzando con que los padres definitivamente no están bien de la cabeza. Son un par de estafadores callejeros de poca monta, mas parásitos que depredadores ya que viven de hacer mil llamados a todo tipo de concursos radiales para ganar un premio (el que sea!), devolver como propios objetos perdidos, afanarse sobres de correo con la esperanza de encontrar algún cheque o giro substancioso… La pinta lo dice todo: Richard Jenkins parece un jubilado en la mala y a Debra Winger – otrora hermosa mujer – le ha pasado un camión por arriba: ahora es una momia que renguea, se viste con harapos, tiene pinta de hippie vieja, vive en un tugurio tóxico de mala muerte (por el cual pagan un alquiler miserable que, para colmo, lo deben desde hace meses) y se le pasa revisando la basura y las calles en busca de oportunidades de dinero miserables. Sus exploits son básicos como cobrar el seguro de unas valijas perdidas (que perdieron, mejor dicho) en el aeropuerto, ver si a alguien le pueden sacar un cheque o manotear algún adorno de plata de las casas que visitan. Es una supervivencia día a día, extremadamente paupérrima, con el plus de que viven paranoicos. Esto se desarrolla en California y hay temblores todos los días con lo cual Jenkins  & Winger viven persignándose y vomitando toneladas de supersticiones ya que creen que uno de esos sismos será el del fin del mundo. En medio de ellos está Evan Rachel Wood – apuros debe haber pasado el maquillador para intentar afear a una de las mujeres mas hermosas del planeta -. La Wood es la hija de Jenkins y Winger, pero es menos su descendiente que un instrumento / cómplice / esclavo con el cual ejecutan sus andanzas. Se nota a la legua que a la Wood los patos se le desalinearon hace rato – se viste con harapos los cuales maneja como si fuera una navaja suiza ya que depende de cómo se los acomode puede pasar de chica scout a estudiante de primaria según lo que requiera la estafa del momento -. Es una criatura abandonada, sucia, asexuada, que no se saca la ropa de calle ni siquiera para dormir. Es obvio que la Wood es un arbusto que ha crecido salvaje (y como ha podido) a la sombra de la indiferencia de sus padres que, cuando sumo, la tratan como una socia de negocios; pero el poco dinero que gana jamás se lo ha gastado en ella, siempre lo ha reintegrado a sus desgraciados progenitores ya que nunca alcanza para cubrir las cuentas.

Por supuesto el chiste de Kajillonaire es meter en este experimento social a un extraño y dejar que su presencia genere una reacción en cadena. En este caso es la deliciosa Gina Rodríguez, una aprendiz de estafadora que les propone una sociedad al trío para saquear las casas de los clientes mas ancianos a los cuales les entrega los anteojos de la óptica para la cual trabaja. Por supuesto la Rodríguez es otra construcción del libreto: a nadie se le ocurriría ni por asomo asociarse con un trío de lunáticos con los que incluso su propia vida podría correr peligro (la escena del jacuzzi se pone inquietantemente oscura al respecto).

Es la Rodríguez la que abre la ventana y deja pasar los rayos de sol al mundo hermético y fantasioso de la Wood. Como la Wood es poco mas que una chica feral – imaginen alguien a quien nunca mandaron a la escuela, no le enseñaron modales y ni siquiera la abrazaron -, la Rodríguez es la que se acerca a la fiera y le habla de cosas que comienzan a a hacerle ruido. Como, por ejemplo, cuando le habla sobre ese curso de terapia postparto al cual acudió en lugar de la vecina (a cambio de un pequeño soborno). La película que proyectan – un bebé trepando por la panza desnuda de su madre hasta buscar el pecho de la misma en el primer, principal y mas instintivo gesto de amor filial – le ha quemado la cabeza a la Wood pero ella no logra entender el por qué… hasta que empieza a cuestionarse si ella alguna vez recibió ese abrazo, ese beso, dormitó sobre la panza de su madre o siquiera recibió una palabra de cariño. Ahora su madre llama a la Rodríguez “cariño” (no con sinceridad sino por simple adulación ya que la latina les está consiguiendo oportunidades de estafa a lo loco) y la reacción de la Wood se vuelve virulenta. ¿Cuándo fue la última vez que me abrazaron, que me dijeron algo afectuoso o que, siquiera, me festejaron un cumpleaños?. y ahí es cuando la Wood (y su mundo) termina por volar por los aires.

Kajillonaire está repleta de escenas ridículas, cómicas, bizarras, atípicas que – sin embargo – terminan por complementar el propósito de la historia. La Julio quiere probar si alguien criado en una probeta puede reconstruir su vida a través del amor; y, por el otro lado, el final críptico termina por mostrar que los padres – aún los mas desquiciados y descolgados de la realidad – pueden tener un momento de lucidez y responsabilidad para pensar como tales y pensar en el futuro de sus hijos. En estos personajes extraños hay un sentimiento visceral y profundamente sincero que termina siendo empático con algo que nos ha sucedido – nuestros problemas para comunicarnos con nuestros padres, el no ser reconocidos de manera suficiente por ellos, el no tener todas las muestras de cariño que nos hubiera gustado – y por lo cual uno termina pujando por la victoria de la protagonista. El peso del filme descansa en Evan Rachel Wood, una actriz de la super hostia que puede traslucir todo tipo de emociones en su rostro y cuerpo en menos de dos segundos. La Wood brilla en el rol principal, pero eso no sería posible sin tener de compañera a la Rodríguez, puras curvas y sensualidad, pero puro sentido común y honestidad emocional, algo que hace click con la Wood y con el público y con la cual nos quedamos a acompañarla hasta el final de la jornada, rogando para que sea ella el ángel que rescate a la Wood del injusto infierno al que ha sido sometida por el demencial modo de vida de sus padres.

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