Cine, TV, Video: crítica de Moneyball – El Juego de la Fortuna (2011)

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Moneyball pretende disfrazarse de drama, pero la anécdota es demasiado chica e inofensiva para llegar a algún lado, y solo la carismática performance de Brad Pitt le pone algo de condimento a un relato desabrido

Por Alejandro Franco – contáctenos

Moneyball (EUA 2011); Intérpretes: Brad Pitt, Jonah Hill, Philip Seymour Hoffman, Robin Wright; dirigidos por Bennett Miller. Calificación: 3/5

BOBBY FISCHER CONTRA EL MUNDO Si hay cosas que sólo los americanos entienden, ése es el baseball (o béisbol). Ok, hay un puñado de países más que lo juegan, pero no es ni el deporte más popular ni el más excitante del mundo. Ahora llega esta película basada en la seudo historia de un héroe de dicho deporte, un manager que armó un equipo con dos mangos y salió a pelearle de igual a igual a los equipos más grandes, simplemente porque su team estaba basado en una tonelada de estadísticas. El tipo consiguió una racha de 20 victorias seguidas, con lo cual no sólo llegó a la final sino que marcó un record imbatible hasta el momento.

Y hasta allí llega la historia. El problema con Moneyball es que no tiene para contar mucho más que eso. Uno no conoce el baseball, pero sabe que hay recuento de bateos, atrapadas, bolas perdidas, carreras por las bases de los bateadores, etc. El libro de base para el film no es una novela sino un texto de investigación que sondea las profundidades matemáticas de la teoría que aplicó este hombre. Verán: Brad Pitt es el manager de un equipo del fondo de la tabla que – sin dinero ni jugadores talentosos – debe mantener al equipo jugando de manera decente. Pitt se topa con un universitario que sabe mucho de estadísticas (Jonah Hill) y lo contrata. Hill se la pasa cargando datos en la computadora, como una especie de INDEC deportivo, y arma un equipo ideal con dos pesos. y aunque el equipo no funciona de primera, las estadisticas terminan por triunfar en un punto, con lo cual Pitt termina por redimirse con su arriesgado emprendimiento.

El gran problema de Moneyball es que no hay drama. Nadie se muere de cáncer, no hay ningún drogadicto o retrasado mental, no hay un divorcio conflictivo en ciernes… simplemente es Pitt arriesgando su trabajo en pos de unos números que le tira una planilla de cálculo. y aunque la explicación de la teoría suene interesante, la aplicación deja mucho que desear. Pitt debe esperar una parva de partidos perdidos (y realizar cambios de último momento) como para torcer el destino de una racha negra.

Sin villanos ni conflictos dramáticos serios, lo que queda para el filme es Pitt y su perfomance. El rubio sigue destilando carisma y sigue siendo un gran actor, y su expresividad es lo que salva la película de ser algo tremendamente anodino. Jonah Hill cumple con una variante de su personaje habitual – algo nerd, algo apocado – y el resto es anónimo. Y, si todo esto merecía una rociada de candidaturas al Oscar, es algo que me supera. Es posible que para los americanos todo esto resulte como una especie de novedoso análisis forense del deporte que más le gusta, pero no deja de ser una película sobrevalorada. Moneyball está ok, entretiene y es bastante inteligente, pero dista mucho de ser algo memorable o dramaticamente rescatable como para haber recibido las nominaciones que terminaron por endilgarle.

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