Cine, TV, Video: crítica: En Primera Plana (Spotlight) (2015)

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La importancia del suceso histórico versus el rutinario formato conspirativo cinematográfico. Spotlight no surca aguas nuevas y desborda de tanta información que ahoga climas e interpretaciones, pero posee un par de momentos de buena intensidad que compensan la desprolijidad de la puesta en escena.

Un grupo de grandes actores carece de tiempo para descollar en una rutinaria trama conspirativa como es la de Spotlight

Por Alejandro Franco – contáctenos

Intérpretes: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Brian d’Arcy James, Liev Schreiber, dirigidos por Tom McCarthy. Calificación: 4/5

En Primera Plana (Spotlight) (2015) Yo tengo un problema con los filmes de conspiraciones: yo creo que no existe nada nuevo desde Todos los Hombres del Presidente (1976) y Spotlight es la nueva justificación de mi prédica. Como vehículo cinematográfico carece de innovación y se dedica a reciclar – con bastante altura – el filme de Alan J. Pakula (incluso los lazos se estrechan mas cuando vemos que el editor del diario en el cual trabajan los protagonistas está dirigido no menos que por el hijo de Ben Bradlee, el mitico jefe de redacción que apadrinó a los periodistas que destaparon todo el estofado de Watergate). Sólo en escasos momentos – en donde se contiene de seguir vomitando información y nerviosismo – surge el golpe profundo del drama – el testimonio explícito del abuso, la comprensión de la tragedia desatada – lo cual desgarra el alma y nos hace comprender la existencia de una realidad tan impune como perversa. Pero, por el resto, equivale a un docudrama montado con elenco de lujo. Desde ya recibirá nominaciones al Oscar y otros premios por su contenido panfletario – en donde los estadounidenses se golpean el pecho y claman por los actos heroicos que producen la libertad de prensa – pero, ciertamente, el impacto de la realidad histórica no debe marearnos de lo que es simplemente un thriller prolijo y bien manufacturado.

El tema del fondo es la investigación periodística realizada por un grupo de investigadores de élite del diario Boston Globe, iniciada a lo largo del 2001 y publicada a principios del 2002, en donde se revelaba la sucia manipulación ejercida por la Iglesia Católica para silenciar los numerosos casos de abusos sexuales infantiles cometidos por sacerdotes de sus filas a lo largo de numerosas décadas. Mientras que la Iglesia podría tener un cuestionable sentido de élite al ocultar los casos bajo una capa de dinero y acuerdos legales confidenciales, por otra parte el filme se encarga de revelar que se trataba de un accionar perverso y endémico, en donde los curas abusadores eran simplemente reubicados de manera periódica cada 3 o 4 años – sin despidos o castigos -, dejando un tendal de víctimas en cada uno de los barrios en donde ejercieron su larga (y cuestionable) carrera eclesiástica.

Como todo filme de conspiraciones, los datos abundan y quedan al borde del desmadre: hay testimonios, personajes, conflictos, silencios, pistas de último momento, relatos cruzados que el filme va disparando con cierta prolijdad: el problema es que la velocidad de la información devora las performances y eso se nota. A excepción de los brotes apasionados de Mark Ruffalo o del secretismo a dos bandas de Stanley Tucci, el resto de los personajes (y actores) es mas bien anónimo. Nadie deja una marca minimamente memorable y bien podría decirse que cualquier otro intérprete podría haberse puesto el sayo en vez de los nombres ilustres que forman el elenco. Apenas hay trazos de sus vidas personales; la tridimensionalidad de los caracteres no es el fuerte del filme, y ni siquiera hay un momento de tensión o brutalidad que ponga en peligro la vida de este grupo de periodistas.

Desde ya, la realidad no siempre es excitante y allí se encuentra el quid de mi cuestión, si es que todo esto no es mas que material de cable (precisamente, de canal de documentales) disfrazado con ropajes dorados. El tema es interesante y el filme mantiene el ritmo, pero no deja de ser una exposición didáctica de un hecho aberrante. Cuando el filme se frena, respira y deja que los actores actúen, es entonces cuando el impacto sale a la luz. La idea de adultos abusando de niños, amparándose bajo un uniforme que debiera emanar inocencia y solidaridad, es monstruosa. Es una manada de lobos disfrazados de corderos, a los cuales les confiamos nuestros hijos y los cuales son despedazados por el caracter predatorio de un grupo de pedófilos cuyo comportamiento es amparado por la organización a la que pertenecen. y como no se trata de unas pocas manzanas podridas sino de un ejército – uno de los especialistas que asesora al equipo de periodistas estima estadísticamente que el 6% de los sacerdotes católicos en actividad son abusadores infantiles, lo que (en el caso del filme) da el escalofriante número de 90 tan sólo en la ciudad de Boston -, la noticia shockea. Pero peor aún es el amparo legal que obtienen, fruto de los fondos ilimitados de la iglesia, los cuales contratan a un ejército de abogados inescrupulosos para que sellen las heridas bajo un cerrojo legal, ofrezcan acuerdos monetarios por debajo de la mesa, y utilicen todo tipo de presiones para mantener el asunto fuera de la vista pública. Ya no es casual sino sistemático.

Spotlight es un buen filme, sólo que creo que está algo sobrevalorado. Vean lo angustiante que era Todos los Hombres del Presidente (sobre algo mucho mas trivial como es unas escuchas telefónicas al partido de la oposición) y vean lo lineal de Spotlight, y comprenderán la diferencia de performance entre uno y otro filme. Yo creo que la realidad no debe ser adornada para satisfacer los deseos demagogos de los productores de Hollywood, pero también creo que a veces la realidad se encuentra mejor expresada en la forma de un documental (o de mini serie), y aquí se encuentra demasiado comprimida y acelerada como para ilustrar el enorme impacto del horror provocado por destapar semejante olla hace más de 14 años.