Historia mundial: Operación Downfall: la invasión a Japón (1945)

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Historia mundial: Operación Downfall: la invasión a Japón (1945)

Por Alejandro Franco – contáctenos

La Segunda Guerra Mundial terminó con la derrota de Japón en Agosto de 1945, luego que dos bombas atómicas – las primeras de la historia – arrasaran las ciudades de Hirshima y Nagasaki en cuestión de días. Había llegado la hora de deponer las armas ante la amenaza del exterminio total, y los japoneses tuvieron que tragarse el orgullo y aceptar una rendición incondicional frente a Estados Unidos.

Pero la realidad es que las bombas atómicas aparecieron a último momento en la guerra, y muy pocos sabían de ellas hasta que se enteraron por los diarios. El enorme secretismo con que se manejó el proyecto dejaba en ascuas a la vasta mayoría del alto comando aliado, los cuales se devanaban los sesos intentando ganar la guerra por métodos tradicionales. Si bien Japón en 1945 era una pálida sombra de la superpotencia militar que fue – cortados los suministros externos, carecían de todo (desde combustible y energía hasta comida), y no tenían manera alguna de defenderse de los raids aéreos que olimpicamente cruzaban los cielos de las islas y bombardeaban todo lo que encontraban a su paso -, lo cierto es que era una nación de 70 millones de habitantes, una isla nutrida de fanáticos que daría su vida por defender su suelo patrio y su venerado emperador. Cualquier plan de invasión debía contemplar una segura masacre, con altísima cantidad de bajas en las fuerzas aliadas y millones de victimas entre las fuerzas de resistencia niponas.

Aún con semejante escenario aterrador, la invasión de Japón debía ser contemplada a toda costa. Como le había ocurrido a Alemania con Inglaterra al principio de la guerra, no era posible ganar un conflicto sólo con raids aéreos. Había que armar una estrategia que fuera lo mas eficiente y menos cruenta posible.

Operación Downfall

Las primeras previsiones sobre la invasión a Japón comenzaron en 1943, cuando los aliados se reunieron en Quebec y comenzaron a trazar los primeros borradores – para ese entonces Japón estaba en un lento pero imparable repliegue, y los estadounidenses conquistaban una isla tras otra en el Pacífico tras semanas de refriegas, sangre y fuego -. El primer estimado indicaba que solo se podría llegar a invadir Japón alrededor de 1947 o 1948, con meses de antelación para reagrupar tropas, reabastecimiento y fortificación de posiciones. Pero Japón era una pieza dificil – si los civiles se plegaban a la defensa, la conquista podría durar años y una campaña larga afectaría la moral de los estadounidenses -, así que un objetivo inicial (pero altamente improbable) indicaba que la conquista de Japón no debía durar mas de un año, y debía concluir al año siguiente de la caída de Alemania.

La Fuerza Aérea insistía en raids multitudinarios llevados a cabo desde territorios recuperados en Shangai, China y Corea, pero el alto mando consideraba que ello prolongaría la guerra indefinidamente. La Armada quería un bloqueo para ahogar al imperio, pero el Ejército terminó por hacer prevalecer su postura de una invasión.

Operación Downfall: el plan para invadir Japón al final de la Segunda Guerra Mundial

Un borrador de la Operación Downfall: la Operación Olympic tomaría la parte sur de la isla Kyushu y desde allí se lanzaría la Operación Coronet para ocupar la bahía de Tokio. Sin ocupación física de la isla los japoneses nunca se rendirían – estimaban los americanos – y una guerra de desgaste y bloqueo sólo devastaría la moral de los aliados al ver que pasaban los años sin obtener el doblegamiento nipón. Pero, de ser llevada a cabo, Downfall tendría un costo altísimo – millones de vidas se perderían en la refriega – y ése era un dato que asustaba a los altos mandos estadounidenses.

El drama es que la geografía de Japón era problemática; tenía muy pocos lugares potables para un masivo desembarco, y las islas en sí estaban muy lejos de la costa mas cercana, con lo cual una masiva fuerza anfibia de invasión quedaba seriamente expuesta a cualquier medida de defensa terrestre o submarina montada por los nipones. Los escenarios mas probables eran Kyushu – la isla al sur de Japón – y las playas de Kanto en la bahía de Tokio. Tomando en cuenta esto se desarrollarían dos operaciones: Olympic, para tomar Kyushu, y establecer bases y refuerzos, y después un asalto directo a Tokio, en la segunda parte del ataque (Operación Coronet).

La Operación Olympic estaba planeada para el 1º de Noviembre de 1945. Montando la mayor flota naval de la historia – con 42 portaaviones, 24 acorazados, y 400 destructores y escoltas -, éstos deberían tomar Kyushu en corto plazo y usarían tácticas de distracción – tomando bases aéreas enemigas en Formosa y la costa china – para dar a entender que entablarían una guerra de desgaste con bombardeos, en vez de actuar rápidamente para lanzarse a la bahía de Tokio en el corto plazo. Habrían tres puntos de desembarco y la proporción de las fuerzas norteamericanas en la zona sería de 3 a 1. La intención no era apoderarse de toda la isla sino de la parte sur, la que serviría como base de operaciones para otras incursiones y para Coronet.

Coronet se desplegaría mas tarde, el 1º de Marzo de 1946. Sería aún mas masiva que Olympic ya que desplegaría 40 divisiones (el Dia D llegó a desplegar 12 divisiones en las playas de Normandía). El objetivo era Tokio y la invasión tendría refuerzos en corto plazo de la Commonwealth. Ya para mediados de 1945 las bases de Coronet había sido corregidas y pulidas – con una fuerza multinacional a cargo del general Douglas MacArthur, utilizando exclusivamente armamento americano (para compatibilizar suministros y repuestos) y ello implicaría entrenar a fuerzas de la Commonwealth en suelo estadounidense durante al menos 6 meses para estar prácticos con armas y municiones -. Coronet demandaría una fuerza cercana al millón / millón doscientos mil soldados mientras que Olympic arrancaría con una dotación cercana a 800.000 uniformados.

El tema es que, así como la geografía nipona limitaba las opciones, los japoneses podían anticipar a la perfección por dónde llegaría la invasión aliada. La contraparte de Downfall era Ketsugo, la masiva operación nipona de defensa de las islas. El propósito era establecer una resistencia masiva y sangrienta, de manera que el alto número de bajas obligara a los aliados a abrir un canal de negociación para un armisticio. Ketsugo contemplaba enrolar a toda la población en la resistencia e incluso había comenzado – en 1945 – una monumental campaña publicitaria que llamaba a “la gloriosa muerte de cien millones de almas”, y enunciaba que cada hombre, mujer y niño debía dar su vida por la defensa del emperador y de Japón. Así mismo Ketsugo contemplaba una enorme fuerza kamikaze – desde 10.000 de aviones hasta 2.400 lanchas suicidas Shin yo  -, dispuestos a estrellarse contra cualquier masiva fuerza invasora que se acercara a Japón por mar. Todo anticipaba una masacre, aún en el mas optimista de los escenarios de la operación Downfall.

Aún con todo ello, el alto mando norteamericano estaba convencido de que la guerra sólo podía ganarse invadiendo las islas. La guerra por desgaste y el asedio podían tomar años y no garantizaban la rendición. El último recurso evaluado por los norteamericanos era la guerra química: ni Estados Unidos ni Japón se habían adherido al Tratado de Ginebra, e incluso los nipones habían gaseado a los chinos en etapas iniciales de la Segunda Guerra Mundial. Pero para 1945 Japón no estaba en condiciones de lanzar una represalia química contra los aliados y, por otro lado, temían que los americanos asolaran suelo japones con gases, ya sea para matar la población civil o para envenenar las cosechas y hambrear a la población. Los americanos habían testeado miles de productos químicos y habían elegido el compuesto denominado LN-8, un poderoso herbicida que entraría en producción en masa en el corriente año. Los únicos detalles que restaban definir eran el tamaño y tipo de bomba para lanzarlo, de manera que el LN-8 se esparciera por la mayor cantidad de superficie posible. Años mas tarde el LN-8 (combinado con otros componentes) daria a luz al Agente Naranja, el cancerígeno herbicida que Estados Unidos utilizaría de manera incansable durante la Guerra de Vietnam.

Entra en escena la bomba atómica

Cuando el 6 de agosto de 1945 los estadounidenses bombardean Hiroshima con la primera bomba nuclear, la humanidad entra en la era atómica. Poco y nada se conocía del poder atómico, salvo su capacidad de vaporizar ciudades enteras. Los militares las consideraban un recurso táctico – que se podía hacer un bombardeo nuclear en una zona saturada de enemigos para avanzar inmediatamente y ocuparla -, y desconocían tanto los devastadores efectos de la radiación como de la lluvia radiactiva (fallout), que podía esparcir el efecto contaminante en cientos de kilómetros a la redonda.

Los militares no esperaban una rendición rápida e incondicional de los japoneses después de los lanzamientos de Hiroshima y Nagasaki. Es por eso que la operación Downfall fue recalibrada sobre la marcha introduciendo el factor atómico en la ecuación. Se encargaron 7 bombas de Plutonio – del tipo Fat Man, utilizadas contra Nagasaki en Agosto de 1945 – como factor de respaldo para lo toma de la bahía de Tokio, y al menos 8 bombas mas del tipo Fat Man estaban contempladas en la concreción de la invasión, con la banal advertencia de que los soldados americanos sólo podrían ingresar a las zonas bombardeadas 48 horas después de la explosión.

Con la rendición japonesa del 15 de Agosto de 1945, el debate sobre la efectividad de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki quedó abierto. ¿Fueron genocidios o realmente fueron bombardeos estratégicos que evitaron una masacre aún mayor, la que se daría al intentar ocupar físicamente las islas?. El general MacArthur hizo una serie de cálculos ridículamente optimistas (con un costo de a 30 – 40.000 bajas) basados en la efectividad del ejército americano en el teatro europeo, pero lo cierto es que la guerra del Pacífico se manejaba con otras reglas, con una resistencia tenaz y fanática que no escatimaba en sacrificar sus vidas con tal de detener (o retrasar al enemigo). Es por ello que, salvo MacArthur, todo tipo de especialistas estimaron una cantidad enorme de bajas (desde cientos de miles hasta millones, especialmente si la población civil se plegaba a la resistencia), con lo cual lo mejor que tuvo la Operación Downfall fue el hecho de nunca ser llevada a cabo.