Humor: selección chistes de salón

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Un hombre de campo llega al consultorio del médico, y comienza a explicarle su problema:

– Fíjese patroncito que juimos al dotor y le dije mire dotor, es que tenemos un problema: mi mujer y yo queremos tener condescendencia y no podemos,pero no sabemos si es porque yo soy omnipotente o mi mujer es histórica.
Desdiantes juimos a otro dotor y nos dijo que mi mujer tenia lavajilla rota y la emperatriz subida, y como además la operaron de la basílica,no sabemos si eso tiene algo que ver. A mi desdiace años mi operaron de la protesta y a lo mejor eso me dejó escuelas en el cuerpo.
Nos dijeron que jueramos con otro dotor, pero en la capital, que dizque era muy güeno; con decirle que en la consulta tenia dos teles conetaos a una antena paranoica. En esa consulta, a mi mujer le hicieron una coreografía y el dotor nos dijo que no veía nada raro y nos recomendó que hiciéramos el cojito a diario.
Entonces 15 dias ella y 15 días yo le estuvimos haciendo al cojito, pero nada.
Nos juimos a otro dotor que nos dijo que hiciéramos vida marítima más seguido. y nos juimos pallá pa la costa y en todas las playas hicimos vida marítima, pero nada, eso no ha injluido.
Mas bien yo lo que creo es que mi mujer es frigorífica, porque nunca llega al orégano, pero ella dice quesque lo que yo tengo es un problema de especulación atroz.

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Un abuelo se encontraba rodeado de sus nietos, mientras les contaba de sus aventuras en el África:

– Una vez me encontraba en un safari, en un claro de la selva, cuando, de repente, entre los arbustos aparece un león. Entonces, lentamente llevé mi mano al hombro derecho y me doy cuenta que no tenía mi escopeta. En aquel momento, me toco la cadera derecha y compruebo que no tenía mi machete; veo del lado izquierdo de mi pantalón y tampoco llevaba el cuchillo… –
– ¿Y qué hiciste, abuelo? -, gritan a coro los nietos.
– Pues me di la vuelta y salí corriendo. El león comenzó a perseguirme, pero cuando me lanzó un zarpazo se resbaló y yo seguí corriendo. La fiera volvió a lanzarme otro zarpazo más, pero de nuevo se resbaló. Yo seguí corriendo y así varias veces el león seguía tirando zarpazos y cayéndose. –
– Abuelo, pero así cualquiera se caga -, le interrumpe un nieto.
– ¿Y con qué crees que se venía resbalando el león? –

Algunas frases pesimistas:

1) Cuando las cosas anden bien, es porque algo estás olvidando.
2) Cuando las cosas anden mal, espera y se pondrán peor.
3) El optimista es un individuo que no tiene mucha experiencia.
4) ¿Qué se puede esperar de un día que comienza con tener que levantarse?
5) No importa qué pidas en un restaurante; lo que pidan los demás siempre será mejor.
6) Murphy fue un optimista.
7) La vida es algo que te sucede mientras haces otros planes.
8) El hecho de que seas paranoico no quiere decir que no te estén buscando.
9) Después de escucharme, mi psicoanalista me dijo que tal vez la vida no sea para mí.
10) Las únicas personas normales son las que uno no conoce bien.
11) La mujer llora antes de la boda y el hombre después.
12) El año más difícil del matrimonio, es el que estás viviendo.
13) Cuando un hombre le lleva flores a su esposa sin ninguna razón, es porque hay alguna razón.
14) Pégale seguido a tu mujer. Tú no sabrás por qué, pero ella sí. (Proverbio chino)
15) Vote por el candidato que menos prometa. Así quedará menos defraudado.
16) Cuando era niño, me dijeron que cualquiera podía llegar a ser presidente; ahora estoy comenzando a creerlo.
17) No tomes tan en serio la vida… No es permanente.
18) La probabilidad de que los semáforos nos den luz roja es directamente proporcional al apuro que llevamos.
19) La belleza de una mujer es inversamente proporcional a su intelecto.
20) Un pesimista es alguien que si tiene que elegir entre dos males, elige los dos.
21) No te preocupes por tu salud. Ya se va a ir.
22) Cuando por fin lo logramos, ya no tiene importancia.
23) Ahorra un poco de dinero todos los meses. A fin de año te sorprenderás de lo poquito que tienes.
24) Tengo suficiente dinero para el resto de mi vida. A menos que compre algo…
25) Es mejor no saber como se hacen las salchichas ni las leyes.
26) Tengo ganas de abandonar todo, pero no tengo tiempo.
27) Dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, salvo que viajen en un colectivo en hora pico.
28) La única vez que tuve razón, fue la vez que pensé que me había equivocado.

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Cuentan que un gerente muy importante, de una conocida multinacional, tuvo una crisis cardiaca por culpa del trabajo. Fue dado de baja y enviado al campo con el objeto de que recuperara las fuerzas y se relajara un poco.
Después de pasar dos días sin hacer nada, el hombre estaba ya harto de la vida bucólica y pastoril y se aburría soberanamente. Así que decidió hablar con el granjero que le hospedaba y solicitarle alguna tarea sencilla para pasar el rato y ocupar el tiempo, a la vez que así haría algo de ejercicio.

Al día siguiente, se levantaron temprano, antes que saliera el sol. El granjero, conocedor de la idiosincrasia de la gente de ciudad y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle tareas simples en las que no pudiera causar daño alguno (incluyendo a él mismo).

– La tarea es muy sencilla -, dijo el granjero, dándole una pala. – Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero y repartirlo por el sembrado para abonarlo. Cuando termine, venga a verme.-

El granjero era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla. Así que el hombre estimó que la faena le llevaría al gerente dos o tres días.
Cual fue su sorpresa cuando, al cabo de tres horas, apareció el gerente lleno de estiércol hasta las orejas, sonriente y con cara de satisfecho.

– Ya he terminado. –

Viendo que, en efecto, la tarea estaba terminada y, además, con eficiencia, el granjero decidió asignarle otra. Dándole un enorme cuchillo le explica:

– Bien. Hay que sacrificar unos pollos que mañana vienen a recoger los de la carnicería. Basta con cortarles la cabeza. Es un poco más complicado, pero seguro que puede hacerlo. –

Eran más de mil quinientos pollos para sacrificar y supuso que el gerente no terminaría hasta bien entrada la noche. Incluso, pensó en ayudarle más adelante, cuando terminara de recoger la siembra.
Apenas habían pasado un par de horas, cuando el gerente se presentó con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado y sonriente como un niño en el día de los Reyes Magos.

– Ya he terminado. –

El granjero no salía de su asombro.

– ¡Increíble! –

El mismo, acostumbrado a la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor: los mil quinientos pollos estaban amontonados en un lado y las mil quinientas cabezas en otro lado. El granjero se rascó la cabeza, pensativo. Llevó al gerente junto a un gran montón de papas y le dijo:

– Muy bien. Ahora hay que separar las papas. Las grandes a la derecha y las pequeñas a la izquierda. –

Pensó el granjero que en menos de una hora vería otra vez al gerente pidiéndole más trabajo. Pero no fue así. Pasó la hora de la comida, la hora de cenar, se hizo de noche y el gerente no aparecía. Creyendo que algo le habría sucedido, el asustado granjero fue donde había dejado al gerente y se lo encontró sentado delante del mismo montón de papas, sin que hubiera separado ninguna.

– ¿Le pasa algo? -, preguntó extrañando.

El gerente se volvió con una papa en la mano y le contestó:

– Mire, repartir mierda y cortar cabezas es algo a lo que estoy muy acostumbrado. ¡Pero, esto de tomar decisiones! –