Historias de vida: Adopción: un trabajo de amor

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Adoptar no es solo criar a un niño como tu hijo; es una tarea de curar heridas emocionales tanto tuyas como de la criatura, un proceso de reconciliación con el pasado que termina por unirnos como familia.

Adopcion: un trabajo de amor

Por Alejandro Franco – contáctenos

Muchos matrimonios – que no pueden tener hijos – están plagados de inseguridades por el tema de adoptar una criatura. Que si el niño se adaptará, que si ellos se adaptarán; que no existe un proceso natural de adaptación – como son los 9 meses de espera que produce un embarazo – sino que, de un día para el otro, el juez te comunica que sos padre y, para colmo, de una criatura de varios años que habla, piensa y tiene su propia personalidad. Es paternidad instantánea con el problema de que puede aparecer en el momento menos pensado; y el ser humano no está preparado para esa clase de cambios bruscos que alteran el equilibrio de toda una vida en cuestión de segundos. Que correr muebles y despejar una pieza; que conseguir de apuro una cama y ropa; que anotarlo en una obra social y ver como está física y emocionalmente la criatura. Es un shock enorme, plagado de nervios e inseguridades.

Yo fui padre cuando no esperaba serlo. Mi esposa tuvo un cáncer de ovarios en el año 2000, y después vino el tratamiento y el período de observación – 5 años – hasta que le dieran el alta definitiva (cinco años de mirar los resultados de los análisis de sangre y las tomografías para saber que el cáncer no había regresado). y en el 2005 nos anotamos para adoptar. Descubrimos la pesadilla burocrática que el proceso significaba – podés anotarte en la provincia de Buenos Aires pero la provincia es un compartimiento estanco; y si querés aumentar las posibilidades de éxito, tenias que mandar carpetas a todas las provincias que admitieran candidatos externos, que eran una 12 en total en aquella época -. Era sacar toneladas de fotocopias legalizadas para armar un legajo modelo con tu partida de nacimiento, la partida de nacimiento de mi señora, nuestra libreta de casamiento – civil y por iglesia -, certificados de ingresos, de obra social, de alquiler o propiedad de la casa donde vivimos, hasta fotos de la casa y de nuestra familia para demostrarle al juez de turno que la criatura llegaría a una familia nutrida, numerosa y plena de amor. y después mandar todos esos legajos, y llamar cada dos o tres meses a cada juzgado en busca de novedades.

El primer año contactamos a un montón de matrimonios que habían adoptado. No existían dos experiencias iguales; en algunos casos (y en algunas provincias) podías ser contactado directamente por una chica embarazada e ir frente al juez para que ella renunciara a la patria potestad; en otros casos, la criatura quedaba en un orfanato y el juez perdía años útiles en papeleo, buscando si alguien de la familia del padre o la madre quería hacerse cargo del niño. y mientras tanto pasaban 3, 4, 5 años y la criatura creciendo sin una familia en un sitio rodeado de extraños.

Al segundo año las esperanzas comenzaron a evaporarse. Al no tener auto – ni tampoco un súper sueldo que me permitiera viajar a todas las provincias que quisiera para hablar directamente con un juez o tratar con un abogado local -, estábamos limitados al correo y al teléfono. Y, en el juzgado local, íbamos a renovar una vez por año. El primer año estábamos en el puesto 323; en el segundo estábamos por el 200 y pico. No es que el juez haya dado 100 criaturas en adopción en el año que pasó, sino que la gente se cansaba y abandonaba. y el ritmo de adopción, en mi ciudad, es de una o dos criaturas por año… aunque los hogares desborden de niños sin padres.

Mi nena apareció nueve meses después que falleciera mi suegra. Fue en agosto del 2012, y cuando yo tenía 44 años. Ese año me acuerdo haber estado a punto de sacar el tema con mi señora, de de decirle que nos resignáramos a quedarnos solos el resto de nuestra vida, de ser una familia de dos. Nos llevábamos realmente bien… y ya estábamos algo grandes. Al fallecer mi suegra, mi esposa se hundió en la depresión – el problema de perder a tus padres es que, de pronto, te das cuenta que ahora vos sos el tronco y las raíces de tu propia familia; ya no tenés el soporte de los ancianos, ni sus consejos, ni su refugio emocional -, y el enterarse de semejante noticia – la llegada de una niña de 3 años y medio – fue un terremoto para todos. Para colmo todo el proceso duró menos de una semana: un martes nos dijeron de ir a verla al orfanato, el miércoles la jueza nos preguntó si estábamos de acuerdo, el jueves nos dieron la orden de retirarla y el viernes estaba en casa. Normalmente en otros casos de adopción hay un periodo de adaptación – de cerca de 6 meses – en donde los futuros padres conocen a la criatura, tienen salidas y regresan al orfanato, a veces se las llevan a su casa y luego la regresan, hasta que por fin el chico se adapta y decide pasar todo el tiempo con sus nuevos padres. Nosotros éramos dos el lunes y pasamos a tres el viernes.

Hubo sismos de todo tipo y color. Es una mezcla muy fuerte de emociones porque sabés que ya no podés volver a tu vida anterior. Por otra parte estás a cargo de una criatura que viene con una serie de heridas emocionales que vas a tener que curar. Una niña de tres años y medio aún no tiene demasiada conciencia del mundo pero está en la edad de las preguntas, y he allí el horror tuyo de tener que improvisar algo en el momento de las respuestas. El por qué ella estaba en un hogar mientras el resto había salido de la panza de una madre, o por qué traía un apellido diferente.

Si alguna vez dudé sobre mi capacidad de ser padre, hoy estoy sumamente arrepentido de haberlo siquiera pensado. No hay experiencia humana mas suprema que la de ser padre de una criatura, enseñarle el mundo a través de tus ojos y, sobre todo, obtener ese enorme amor que es un abracito apasionado de una criatura de 4 años. Porque es un amor incondicional, basado en la admiración, en la pureza, en la simpleza. Si tu criatura parece en principio una extraña, después será totalmente tuya. Cuando empieces con las cosquillas, a ver dibujos animados juntos comiendo caramelos, cuando la lleves a la plaza o empieces una guerra de almohadas. y cuando la veas jugar o cantar, te darás cuenta que en realidad la paternidad es tu segunda oportunidad de ser niño, volver a la infancia una vez mas. Vas a elegir sus juguetes como si fueran los tuyos, y vas a ver las películas de aventuras que tanto te gustan con ella. Establecer un lenguaje de comunicación propio, intimo entre tu hijo y vos.

Hace un poco mas de un año me diagnosticaron ataques de pánico. Al principio pensé que era un desorden cardíaco – sudoración extrema, palpitaciones, falta de aire, imposibilidad de dormir ante una cabeza que no paraba de pensar todo el tiempo -, pero luego fui al siquiatra y me recetó los ansiolíticos correspondientes. y luego de mucho tiempo de ver al sicólogo llegué a la conclusión que mi ansiedad se debía a mi niña tenía casi 7 años… la misma edad que tenía yo cuando mis padres se divorciaron después de meses y meses de peleas. El terror mio a que el mundo la lastimara como me había ocurrido – de que los chicos mas grandes se burlaran de su situación de adoptada (en mi caso, fue la timidez extrema que me quedó como trauma del divorcio), o de que éramos padres mas viejos que el resto – o de que yo pudiera repetir la historia de abandono de mi padre se me hizo carne… y de pronto descubrí que no había persona mas segura sobre sí misma en todo el mundo que mi propia nena. “Sí, soy adoptada. ¿Y qué?”, me dijo “ustedes son mi mamá y mi papá, y las personas a las que mas amo en el mundo”. y la remató diciéndome ” Papá: no llores. Si alguien me dice algo feo, se lo voy a decir a la maestra, pero vos no te preocupes, no te quiero ver así”.

Mi hermosa niña está por cumplir 9 años. Como le bromeo a mi esposa, mi nena es mi Clonazepam con patas y sonrisa brillante. No importa lo mal que esté – estresado, deprimido, angustiado -, basta un dibujo de ella, un beso, un abrazo, una sonrisa de esa dentadura hermosa a la que le faltan un par de graciosos dientes, para que mi ánimo cambie, para que mi dia brille en medio de toda la oscuridad. Los niños pueden sanar tu alma, curar tus viejas heridas, recordarte que vos no sos tu padre – ése que decidió partir un dia y nunca volver -, sino que ahora estás en un ciclo de sanación, y que ésta es tu oportunidad de cambiar la historia. Y, mientras tanto, vos les das todo tu corazón, diciéndoles que Dios ha tomado muchas decisiones – que van desde venir a vivir a este país hasta encontrar a la mujer hermosa que tengo a mi lado, mudarme a esta ciudad, e incluso la enfermedad que hemos padecido y que nos impidió temporalmente tener hijos – porque quería que fuéramos tus padres, y porque estaba escrito en el destino que teníamos que encontrarnos en este momento y en este lugar. y entonces te darás cuenta que siempre estuvimos hechos los unos para el otro.

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