Historias de vida: Divorcio: carta de un hijo a su padre

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La mente humana está plagada de misterios insondables. No hay misterio en el hecho de que la gente pueda dejar de quererse y divorciarse pero… ¿abandonar o ignorar a sus propios hijos?. Es posible que semejante conducta tenga raíces muy viejas y arraigadas, y que nadie haya hecho lo necesario por curarlas. Intentar entender el por qué es clave para sanar, sobre todo si uno es la primera víctima en el proceso de separación.

Divorcio: Carta de un hijo a su padre

Por Alejandro Franco – contáctenos

Hola Miguel Angel. ¿Cómo estás?

Ya ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que nos vimos – mas de treinta años -. Un disparate, considerando que vos sos (o fuiste) mi padre.

No te escribo para hablar de resentimientos o dolor; esa etapa la sepulté hace rato. Uno no puede vivir atado a una pena durante años, simplemente porque uno termina enfermándose. Así que, dentro de todo el caos que supone el divorcio y sus secuelas, lo mejor que puedo decir es que la separación sirvió para despertar mi instinto de supervivencia. y lo primero que hice es enterrarte, aunque sea en mi mente. Dejar de cuestionarme por qué fuiste así, por qué nos abandonaste, cómo era que tenías temporadas de enamoramiento con mi madre – eternos retornos después de que la mujer de turno te había pateado – pero nunca conmigo, o por qué no querías compartir un momento juntos, como todos los padres tienen con sus hijos.

Esto último lo descubrí de casualidad el otro día cuando mi hija (oh, sí, eres abuelo!), al mostrarle fotos viejas, me preguntó si tenía fotos contigo. Sólo encontré una en una plaza, yo con 4 años y vos arrodillado a mi lado.

Es una situación bastante patética que uno sólo tenga una única foto con su padre en los 7 años que compartimos un mismo techo.

Me gustaría contarte de la onda expansiva que dejó tu partida. Porque, desde ya, yo puedo entender que los matrimonios no funcionen y que las personas dejen de quererse, pero lo que no puedo entender cómo alguien puede ignorar a una persona que es de su propia sangre, y esquivarlo durante años (sino, décadas).

Porque durante años no fuimos tus parientes separados sino que nos trataste como tus acreedores personales. Cambiaste de trabajo mil veces y, cuando nuestro abogado te ubicaba para poder cobrarte la cuota alimentaria, terminabas haciéndote echar o renunciabas. Si supieras – dentro de la pobreza generalizada que había en Uruguay en esos momentos – lo ricos que nos sentíamos cuando cobrábamos la cuota y mi madre podía comprarme ropa nueva o salir siquiera a comer afuera por una vez en la vida. Lástima que ese bienestar sólo duraba dos o tres meses, porque rápidamente te lanzabas a la huida.

Pero semejante muestra de chanterío no bastaba para que mi madre te crucificara. El amor es ciego y tambien estúpido, y mi madre siempre estuvo esperando que regresaras con ella. y murió enamorada de vos, aún cuando todas las personas que la rodeaban (incluyéndome) le decían que vos no valías la pena. En todo caso, la primera secuela del divorcio es el desequilibrio emocional: mi madre te amó hasta el final, sin sopesar de que ustedes se divorciaron porque yo tenía pulmonía y fiebre, vivíamos en un pueblito y te fuiste a buscar una ambulancia… con la cual apareciste 12 horas despues (y después de pasar toda la tarde con tu amante en el pueblo vecino); o las cinco cuotas alimentarias que habrás pasado en toda tu vida; o la indiferencia con que me tratabas incluso en las contadas visitas que hacias por casa – con diferencia de meses e incluso años entre una y otra -; o cómo armaste tu segunda familia, tuviste tres hijos mas, y también los abandonaste por otra piba mas joven, mostrando que tu actitud de fugitivo era serial. Aún con semejantes antecedentes mi vieja siempre te idealizó, prueba que el tiempo y la distancia sirven para amortiguar los aspectos mas oscuros de una persona que nos resulta importante en nuestras vidas.

Pero en mi caso eso nunca sucedió. Fuiste (y seguirás siendo) el gran extraño, el hombre de conducta incomprensible. Puedo hablarte de cómo lo tuve que vivir yo, de mi enorme timidez – lo cual me hizo objeto de bullying en mi infancia, décadas antes de que alguien inventara el término -, de como carecí de amigos, de cómo me volví un intelectual encerrado en los libros ya que no tenía otra distracción, de cómo mi madre se volvió tan sobreprotectora como asfixiante, o de cómo veía al resto de los chicos siendo recogido por sus padres a la salida de la escuela mientras que yo debía regresar caminando a casa solo.

Dentro de todo ese cuadro de desastre, la vida me compensó con un verdadero padre. No vos, que solo aportaste el ADN y desapareciste, sino mi abuelo, ese tipo genial que me llevaba al fútbol, me contaba miles de historias de su juventud de playboy y era un diccionario de lecciones morales.

Porque padre es un trabajo que uno debe ganarse, no un título que la vida te da gratuitamente porque engendraste a alguien en una noche de pasión. Si del desastre he tenido que recoger los pedazos y aprender lecciones de ellos, uno de los ejemplos de vida mas importantes que tengo es el tuyo. El no ser como vos. El aprender a ser un padre verdadero, el ser súper pegado a mi hija, bajarme a su nivel, hablar y entenderla, jugar, compartir todos los momentos que pueda, tener actividades en común y desarrollar un lenguaje propio, en donde somos tan compinches que podemos contarnos las cosas sin culpa.

Pero, claro, la bomba que detonaste hace 40 años aún tiene metralla en movimiento que termina lastimando en el momento menos esperado; y cuando mi nena cumplió 7 años – la misma edad que yo tenía cuando vos te fuiste – mi inconsciente me traicionó y empezó a desarrollar un estado de ansiedad y sobreprotección, lo que terminó desencadenándome ataques de pánico. No es algo que se cure, sino una sensación crónica con la cual deberé convivir todo lo que me quede de vida.

Quizás el origen del pánico se deba a que los 7 años de mi enana me hicieron creer que estaba recreando el escenario de tu divorcio. Después de todo ahora tengo el rol de padre, el mismo que debías ocupar en mi infancia – pero al cual decidiste renunciar -. Cosa curiosa, mi nena es adoptada… tal como lo sos vos, y en un caso de inversión de roles ahora me correspondía a mí – y a mi esposa – curar esa herida, explicarle que el mundo no se había enfurecido con ella y que por eso la habia desprovisto de padres, quitarle ese temor constante al abandono, y saber que nuestro amor (como padres adoptivos) podrían curarle sus heridas emocionales mas profundas.

Si se trata de eso – de que tu situación de huérfano (o el resentimiento provocado por ello) te condicionara en tu relación con la vida -, lamento que tu tutora fuera una perra autoritaria con la cual nunca pudiste contar para resolverlo. y lamento que no tuvieras a alguien a tu lado que te ayudara a comprender y a cerrar las heridas de ser adoptado. La vida no es una sucesión de venganzas o castigos, y libertad e irresponsabilidad son dos cosas diferentes. Si el amor se extingue, aún quedan deberes y todo adulto debe hacerse cargo de ello porque fueron tus decisiones, no las mías. Pero el problema de fondo es que nunca nadie te habló del abandono, nunca lo trataste con nadie y – para una víctima del abandono – el mismo pasó a ser parte natural de su propia vida. Si me dejaron, yo también puedo dejar. y eso lleva a un peligroso círculo vicioso en donde el facilismo es la clave de todas las decisiones: nada puede llevar demasiado esfuerzo y, si se complica, mas vale dejarlo y empezar otra cosa.

Y mientras que a vos nunca te importó resolver el tema – 10 años después del divorcio con mi vieja dejaste alegremente a tu segunda esposa con tus tres hijos – yo, en este momento, debo traducirle el mensaje a mi hija para que no piense lo mismo. Cuando me ha preguntado si podía ponerte en un mismo dibujo con mi madre y con el resto de la familia, le he dicho no rotundamente, y he tenido que contarle nuestra historia. Sí, la vas de villano en la misma, pero qué le vamos a hacer frente a la ferocidad de los hechos. A lo sumo me queda contarle historias del mundo animal, de gatos y perros que a veces desconocen a sus crias y las abandonan sin más, o de cómo hay gente que piensa de una manera completamente diferente – como si provinieran de otro planeta y tuvieran otras reglas morales -.

Incluso esa explicación simple terminó por moverle las fichas a mi nena, porque allí ella cayó en la cuenta que también había sido abandonada. Que salió de la panza de una madre que ahora no estaba y que hay por ahí un hombre que no quiso aceptar el rol de ser su padre – ¿viste como las historias se repiten? -. y en vez de obtener indiferencia frente al dolor de semejante descubrimiento – como habrás recibido de tu tutora, quien no hizo nada para curarte mas que vociferarte que te olvides del tema -, decidí abrazarla con todas mi fuerzas y, en un viso de inspiración recibido del cielo, decidí contarle una historia… una cuyas palabras brotaban sin cesar de mi boca, y la cual es la mejor historia que jamás haya contado en mi vida:

“¿Que no tenés madre ni padre?. ¿Y qué somos nosotros?. Si la vida quiso que vivieras lejos de quienes te dieron la vida, es porque debías conocer a tus verdaderos padres que somos nosotros. Porque nadie te va a amar mas en el mundo que nosotros.”

“Verás: el destino ha hecho malabarismos increibles para que nosotros tres estemos juntos en esta mesa esta noche. Yo, por ejemplo, debería estar viviendo en Uruguay: hubiera conocido a una chica uruguaya, me hubiera casado y hubiera tenidos hijos… pero no!. El trabajo escaseaba y toda mi familia decidió venir a Argentina. Fuimos a parar a Buenos Aires… allí podría haber conocido a una porteña, me hubiera casado y hubiera tenido hijos… pero no!. Como era muy tímido decidí conocer a una mujer por carta, y para eso puse un aviso en una revista en la sección llamada Correo del Corazón. Recibí 50 cartas, me pude haber reunido con cualquiera de las otras 49 chicas que me pretendían, me pude haber casado y pude haber tenido hijos con cualquiera de ellas… pero no!. Decidí conocer a tu madre – la mas dulce y simpática, y la cual vivía a 300 km de Capital -, me enamoré de ella y durante 3 años viajaba todos los meses para pasar un puñado de horas con ella. Tu madre se podría haber cansado de este novio viajero, de este romance tan inusual, podría haber conocido a algún nicoleño, casarse y tener hijos… pero no!. Decidió casarse conmigo y nos fuimos a vivir a Buenos Aires. y allí, en los primeros años de matrimonio, podríamos haber decidido tener hijos… pero no!. y cuando el Cáncer nos alcanzó y nos quitó la fábrica de bebés, nos pusimos en campaña para adoptar, y mandamos carpetas como a 15 provincias distintas. Pudimos adoptar a una catamarqueña, o a una misionera… pero no!. El tiempo pasaba, las noticias nunca llegaban y, en esos 7 años de espera – en algún lugar del mundo – vos te engendraste y viniste al mundo. y fuiste a un hogar, y el juez podría haberte dado en adopción a cualquier otro matrimonio durante los primeros 4 años de tu vida… pero no!. Porque el destino había reservado que nosotros tres teníamos que conocernos aquel agosto del 2012, enamorarnos y decidir que estaríamos juntos como familia el resto de nuestras vidas. El destino nos reservó el premio mayor – tu presencia, tu cariño – y nos lo dió cuando vos, Cristina y yo mas lo precisábamos.”

Cómo me hubiese gustado que te toparas con alguien que te hablara de esta manera. Que te hiciera comprender que los niños no tienen la culpa del abandono ni de los corazones rotos sino que son los adultos, y que vos podías romper el ciclo cuando quisieras con un poco de esfuerzo y voluntad. Que fuiste una víctima del pasado y que no tenías la obligación de repetirlo. y que todas tus decisiones terminan generando resultados a largo plazo, cosa que hoy estarás viviendo.

Hoy te imagino en la soledad, extrañando todas las familias que formaste y terminaste por romper. Creo que has dejado tantas heridas, has puesto tanta distancia que hoy estarás solo sin que alguien se preocupe por ti en la vejez. Porque el tiempo te ha borrado la facha de galán, el físico impresionante, la parla encantadora del mujeriego, y te ha vuelto un anciano… uno que ha descubierto todas las cagadas que se ha mandado en su vida y por las cuales está pagando ahora. y sólo me queda decirte que te compadezco, que éste no era el futuro que hubiese querido que tengas porque creo que sos una víctima de tu pasado, de todo un historial de abandono, egoísmo y dolor. Aún con todo el daño que has hecho (y que me has hecho), no descubro maldad en tus acciones sino una profunda confusión, una desesperación por vivir el momento que te ha llevado a tomar pésimas decisiones y a alejarte de todo aquello que te provoca dolor. Me gustaría que hubieses tenido la oportunidad de aprender – como yo lo he hecho, en vivo y en directo – que nuestros hijos pueden sanarnos, y que el curso de la historia se puede cambiar a través del amor. y que yo podría haberte ayudado, lástima que tu conducta destructiva te ha llevado hasta esta situación que vives hoy, alejado de todos y con poco tiempo para reconstruir los puentes que vos mismo has volado.

SOBRE EL DIVORCIO

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