{"id":10745,"date":"2017-10-25T07:56:21","date_gmt":"2017-10-25T07:56:21","guid":{"rendered":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/novela-cortazarbabas\/"},"modified":"2017-11-16T14:42:28","modified_gmt":"2017-11-16T17:42:28","slug":"novela-cortazarbabas","status":"publish","type":"page","link":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/novela-cortazarbabas\/","title":{"rendered":"Novelas y cuentos online: Las Babas del Diablo, de Julio Cort\u00e1zar"},"content":{"rendered":"

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Volver al Indice –\u00a0Novelas y Cuentos Online<\/a><\/h2>\n

Es un placer presentar, en nuestra secci\u00f3n literaria, este cl\u00e1sico de Julio Cortazar, texto sobre el cual se bas\u00f3 (libremente) otro cl\u00e1sico de la cinematografia como Blow Up de Michelangelo Antonioni<\/h3>\n

Nunca se sabr\u00e1 c\u00f3mo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servir\u00e1n de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo as\u00ed: t\u00fa la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qu\u00e9 diablos.<\/p>\n

Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un bock por ah\u00ed y que la m\u00e1quina siguiera sola (porque escribo a m\u00e1quina), ser\u00eda la perfecci\u00f3n. y no es un modo de decir. La perfecci\u00f3n, s\u00ed, porque aqu\u00ed el agujero que hay que contar es tambi\u00e9n una m\u00e1quina (de otra especie, una Contax 1. 1.2) y a lo mejor puede ser que una m\u00e1quina sepa m\u00e1s de otra m\u00e1quina que yo, t\u00fa, ella-la mujer rubia-y las nubes. Pero de tonto s\u00f3lo tengo la suerte, y s\u00e9 que si me voy, esta Remington se quedar\u00e1 petrificada sobre la mesa con ese aire de doblemente quietas que tienen las cosas movibles cuando no se mueven. Entonces tengo que escribir. Uno de todos nosotros tiene que escribir, si es que todo esto va a ser contado. Mejor que sea yo que estoy muerto, que estoy menos comprometido que el resto; yo que no veo m\u00e1s que las nubes y puedo pensar sin distraerme, escribir sin distraerme (ah\u00ed pasa otra, con un borde gris) y acordarme sin distraerme, yo que estoy muerto (y vivo, no se trata de enga\u00f1ar a nadie, ya se ver\u00e1 cuando llegue el momento, porque de alguna manera tengo que arrancar y he empezado por esta punta, la de atr\u00e1s, la del comienzo, que al fin y al cabo es la mejor de las puntas cuando se quiere contar algo).<\/p>\n

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De repente me pregunto por qu\u00e9 tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qu\u00e9 hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qu\u00e9 acepta una invitaci\u00f3n a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorri\u00f3n) o por qu\u00e9 cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el est\u00f3mago y no se est\u00e1 tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; reci\u00e9n entonces uno est\u00e1 bien, est\u00e1 contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se averguenza de respirar o de ponerse los zapatos; son cosas, que se hacen, y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una ara\u00f1a o al respirar se siente como un vidrio
\nroto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a los muchachos de la oficina o al m\u00e9dico. Ay, doctor, cada vez que respiro… Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del est\u00f3mago.<\/p>\n

Y ya que vamos a contarlo pongamos un poco de orden, bajemos por la escalera de esta casa hasta el domingo 7 de noviembre, justo un mes atr\u00e1s. Uno baja cinco pisos y ya est\u00e1 en el domingo, con un sol insospechado para noviembre en Par\u00eds, con much\u00edsimas ganas de andar por ah\u00ed, de ver cosas, de sacar fotos (porque \u00e9ramos fot\u00f3grafos, soy fot\u00f3grafo). Ya s\u00e9 que lo m\u00e1s dif\u00edcil va a ser encontrar la manera de contarlo, y no tengo miedo de repetirme. Va a ser dif\u00edcil porque nadie sabe bien qui\u00e9n es el que verdaderamente est\u00e1 contando, si soy yo o eso que ha ocurrido, o lo que estoy viendo (nubes, y a veces una paloma) o si sencillamente cuento una verdad que es solamente mi verdad, y entonces no es la verdad salvo para mi est\u00f3mago, para estas ganas de salir corriendo y acabar de alguna manera con esto, sea lo que fuere.<\/p>\n

Vamos a contarlo despacio, ya se ir\u00e1 viendo qu\u00e9 ocurre a medida que lo escribo. Si me sustituyen, si ya no s\u00e9 qu\u00e9 decir, si se acaban las nubes y empieza alguna otra cosa (porque no puede ser que esto sea estar viendo continuamente nubes que pasan, y a veces una paloma), si algo de todo eso… y despu\u00e9s del \u00absi\u00bb, \u00bfqu\u00e9 voy a poner, c\u00f3mo voy a clausurar correctamente la oraci\u00f3n? Pero si empiezo a hacer preguntas no contar\u00e9 nada; mejor contar, quiz\u00e1 contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea.<\/p>\n

Roberto Michel, franco-chileno, traductor y fot\u00f3grafo aficionado a sus horas, sali\u00f3 del n\u00famero 11 de la rue Monsieur LePrince el domingo 7 de noviembre del a\u00f1o en curso (ahora pasan dos m\u00e1s peque\u00f1as, con los bordes plateados). Llevaba tres semanas trabajando en la versi\u00f3n al franc\u00e9s del tratado sobre recusaciones y recursos de Jos\u00e9 Norberto Allende, profesor en la Universidad de Santiago. Es raro que haya viento en Par\u00eds, y mucho menos un viento que en las esquinas se arremolinaba y sub\u00eda castigando las viejas persianas de madera tras de las cuales sorprendidas se\u00f1oras comentaban de diversas maneras la inestabilidad del tiempo en estos \u00faltimos a\u00f1os. Pero el sol estaba tambi\u00e9n ah\u00ed, cabalgando el viento y amigo de los gatos, por lo cual nada me impedir\u00eda dar una vuelta por los muelles del Sena y sacar unas fotos de la Conserjer\u00eda y la Sainte-Chapelle. Eran apenas las diez, y calcul\u00e9 que hacia las once tendr\u00eda buena luz, la mejor posible en oto\u00f1o; para perder tiempo deriv\u00e9 hasta la isla Saint&endash;Louis y me puse a andar por el Quai d’Anjou, mir\u00e9 un rato el hotel de Lauzun, me recit\u00e9 unos fragmentos de Apollinaire que siempre me vienen a la cabeza cuando paso delante del hotel de Lauzun (y eso que deber\u00eda acordarme de otro poeta, pero Michel es un porfiado), y cuando de golpe ces\u00f3 el viento y el sol se puso por lo menos dos veces m\u00e1s grande (quiero decir m\u00e1s tibio, pero en realidad es lo mismo), me sent\u00e9 en el parapeto y me sent\u00ed terriblemente feliz en la ma\u00f1ana del domingo.<\/p>\n

Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotograf\u00edas, actividad que deber\u00eda ense\u00f1arse tempranamente a los ni\u00f1os, pues exige disciplina, educaci\u00f3n est\u00e9tica, buen ojo y dedos seguros. No se trata de estar acechando la mentira como cualquier reporter, y atrapar la est\u00fapida silueta del personaj\u00f3n que sale del n\u00famero 10 de Downing Street, pero de todas maneras cuando se anda con la c\u00e1mara hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una vieja piedra, o la carrera trenzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o una botella de leche. Michel sab\u00eda que el fot\u00f3grafo opera siempre como una permutaci\u00f3n de su manera personal de ver el mundo por otra que la c\u00e1mara le impone insidiosa (ahora pasa una gran nube casi negra), pero no desconfiaba, sabedor de que le bastaba salir sin la Contax para recuperar el tono distra\u00eddo, la visi\u00f3n sin encuadre, la luz sin diafragma ni 1\/25O. Ahora mismo (qu\u00e9 palabra, ahora, qu\u00e9 est\u00fapida mentira) pod\u00eda quedarme sentado en el pretil sobre el r\u00edo, mirando pasar las pinazas negras y rojas, sin que se me ocurriera pensar fotogr\u00e1ficamente las escenas, nada m\u00e1s que dej\u00e1ndome ir en el dejarse ir de las cosas, corriendo inm\u00f3vil con el tiempo. y ya no soplaba viento.<\/p>\n

Despu\u00e9s segu\u00ed por el Quai de Bourbon hasta llegar a la punta de la isla, donde la \u00edntima placita (\u00edntima por peque\u00f1a y no por recatada, pues da todo el pecho al r\u00edo y al cielo) me gusta y me regusta. No hab\u00eda m\u00e1s que una pareja y, claro, palomas; quiz\u00e1 alguna de las que ahora pasan por lo que estoy viendo. De un salto me instal\u00e9 en el parapeto y me dej\u00e9 envolver y atar por el sol, d\u00e1ndole la cara, las orejas, las dos manos (guard\u00e9 los guantes en el bolsillo). No ten\u00eda ganas de sacar fotos, y encend\u00ed un cigarrillo por hacer algo; creo que en el momento en que acercaba el f\u00f3sforo al tabaco vi por primera vez al muchachito.<\/p>\n

Lo que hab\u00eda tomado por una pareja se parec\u00eda mucho m\u00e1s a un chico con su madre, aunque al mismo tiempo me daba cuenta de que no era un chico con su madre, de que era una pareja en el sentido que damos siempre a las parejas cuando las vemos apoyadas en los parapetos o abrazadas en los bancos de las plazas. Como no ten\u00eda nada que hacer me sobraba tiempo para preguntarme por qu\u00e9 el muchachito estaba tan nervioso, tan como un potrillo o una liebre, metiendo las manos en los bolsillos, sacando en seguida una y despu\u00e9s la otra, pas\u00e1ndose los dedos por el pelo, cambiando de postura, y sobre todo por qu\u00e9 ten\u00eda miedo, pues eso se lo adivinaba en cada gesto, un miedo sofocado por la verg\u00fcenza, un impulso de echarse atr\u00e1s que se advert\u00eda como si su cuerpo es tuviera al borde de la huida, con teni\u00e9ndose en un \u00faltimo y lastimoso decoro.<\/p>\n

Tan claro era todo eso, ah\u00ed a cinco metros-y est\u00e1bamos solos contra el parapeto, en la punta de la isla-, que al principio el miedo del chico no me dej\u00f3 ver bien a la mujer rubia. Ahora, pens\u00e1ndolo, la veo mucho mejor en ese primer momento en que le le\u00ed la cara (de golpe hab\u00eda girado como una veleta de cobre, y los ojos, los ojos estaban ah\u00ed), cuando comprend\u00ed vagamente lo que pod\u00eda estar ocurri\u00e9ndole al chico y me dije que val\u00eda la pena quedarse y mirar (el viento se llevaba las palabras, los apenas murmullos). Creo que s\u00e9 mirar, si es que algo s\u00e9, y que todo mirar rezuma falsedad, porque es lo que nos arroja m\u00e1s afuera de nosotros mismos, sin la menor garant\u00eda, en tanto que oler, o (pero Michel se bifurca f\u00e1cilmente , no hay que dejarlo que declame a gusto). De todas maneras, si de antemano se prev\u00e9 la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quiz\u00e1 elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena. Y. claro, todo esto es m\u00e1s bien dif\u00edcil.<\/p>\n

Del chico recuerdo la imagen antes que el verdadero cuerpo (esto se entender\u00e1 despu\u00e9s), mientras que ahora estoy seguro que de la mujer recuerdo mucho mejor su cuerpo que su imagen. Era delgada y esbelta, dos palabras injustas para decir lo que era, y vest\u00eda un abrigo de piel casi negro, casi largo, casi hermoso. Todo el viento de esa ma\u00f1ana (ahora soplaba apenas, y no hac\u00eda fr\u00edo) le hab\u00eda pasado por el pelo rubio que recortaba su cara blanca y sombr\u00eda-dos palabras injustas-y dejaba al mundo de pie y horriblemente solo delante de sus ojos negros, sus ojos que ca\u00edan sobre las cosas como dos \u00e1guilas, dos saltos al vac\u00edo, dos r\u00e1fagas de fango verde. No describo nada, trato m\u00e1s bien de entender. y he dicho dos r\u00e1fagas de fango verde.<\/p>\n

Seamos justos, el chico estaba bastante bien vestido y llevaba unos guantes amarillos que yo hubiera jurado que eran de su hermano mayor, studiante de derecho o ciencias sociales; era gracioso ver los dedos de los guantes saliendo del bolsillo de la chaqueta. Largo rato no le vi la cara, apenas un perfil nada tonto- p\u00e1jaro azorado, \u00e1ngel de Fra Filippo, arroz con leche-y una espalda de adolescente que quiere hacer judo y que se ha peleado un par de veces por una idea o una hermana. Al filo de los catorce, quiz\u00e1 de los quince, se le adivinaba vestido y alimentado por sus padres, pero sin un centavo en el bolsillo, teniendo que deliberar con los camaradas antes de decidirse por un caf\u00e9, un co\u00f1ac, un atado de cigarrillos. Andar\u00eda por las calles pensando en las condisc\u00edpulas, en lo bueno que ser\u00eda ir al cine y ver la \u00faltima pel\u00edcula, o comprar novelas o corbatas o botellas de licor con etiquetas verdes y blancas. En su casa (su casa ser\u00eda respetable, ser\u00eda almuerzo a las doce y paisajes rom\u00e1nticos en las paredes, con un oscuro recibimiento y un parag\u00fcero de caoba al lado de la puerta) llover\u00eda despacio el tiempo de estudiar, de ser la esperanza de mam\u00e1, de parecerse a pap\u00e1, de escribir a la t\u00eda de Avignon. Por eso tanta calle, todo el r\u00edo para \u00e9l (pero sin un centavo) y la ciudad misteriosa de los quince a\u00f1os, con sus signos en las puertas, sus gatos estremecedores, el cartucho de papas fritas a treinta francos, la revista pornogr\u00e1fica doblada en cuatro, la soledad como un vac\u00edo en los bolsillos, los encuentros felices, el fervor por tanta cosa incomprendida pero iluminada por un amor total, por la disponibilidad parecida al viento y a las calles.<\/p>\n

Esta biograf\u00eda era la del chico y la de cualquier chico, pero a \u00e9ste lo ve\u00eda ahora aislado, vuelto \u00fanico por la presencia de la mujer rubia que segu\u00eda habl\u00e1ndole. (Me cansa insistir, pero acaban de pasar dos largas nubes desflecadas. Pienso que aquella ma\u00f1ana no mir\u00e9 ni una sola vez el cielo, porque tan pronto present\u00ed lo que pasaba con el chico y la mujer no pude m\u00e1s que mirarlos y esperar, mirarlos y…). Resumiendo, el chico estaba inquieto y se pod\u00eda adivinar sin mucho trabajo lo que acababa de ocurrir pocos minutos antes, a lo sumo media hora. El chico hab\u00eda llegado hasta la punta de la isla, vio a la mujer y la encontr\u00f3 admirable. La mujer esperaba eso porque estaba ah\u00ed para esperar eso, o quiz\u00e1 el chico lleg\u00f3 antes y ella lo vio desde un balc\u00f3n o desde un auto, y sali\u00f3 a su encuentro, provocando el di\u00e1logo con cualquier cosa, segura desde el comienzo de que \u00e9l iba a tenerle miedo y a querer escaparse, y que naturalmente se quedar\u00eda, engallado y hosco, fingiendo la veteran\u00eda y el placer de la aventura. El resto era f\u00e1cil porque estaba ocurriendo a cinco metros de m\u00ed y cualquiera hubiese podido medir las etapas del juego, la esgrima irrisoria; su mayor encanto no era su presente, sino la previsi\u00f3n del desenlace. El muchacho acabar\u00eda por pretextar una cita, una obligaci\u00f3n cualquiera, y se alejar\u00eda tropezando y confundido, queriendo caminar con desenvoltura, desnudo bajo la mirada burlona que lo seguir\u00eda hasta el final. o bien se quedar\u00eda, fascinado o simplemente incapaz de tomar la iniciativa, y la mujer empezar\u00eda a acariciarle la cara, a despeinarlo, habl\u00e1ndole ya sin voz, y de pronto lo tomar\u00eda del brazo para llev\u00e1rselo, a menos que \u00e9l, con una desaz\u00f3n que quiz\u00e1 empezara a te\u00f1ir el deseo, el riesgo de la aventura, se animase a pasarle el brazo por la cintura y a besarla. Todo esto pod\u00eda ocurrir, pero a\u00fan no ocurr\u00eda, y perversamente Michel esperaba, sentado en el pretil, aprontando casi sin darse cuenta la c\u00e1mara para sacar una foto pintoresca en un rinc\u00f3n de la isla con una pareja nada com\u00fan hablando y mir\u00e1ndose.<\/p>\n

Curioso que la escena (la nada, casi: dos que est\u00e1n ah\u00ed, desigualmente j\u00f3venes) tuviera como un aura inquietante. Pens\u00e9 que eso lo pon\u00eda yo, y que mi foto, si la sacaba, restituir\u00eda las cosas a su tonta verdad. Me hubiera gustado saber qu\u00e9 pensaba el hombre del sombrero gris sentado al volante del auto detenido en el muelle que lleva a la pasarela, y que le\u00eda el diario o dorm\u00eda. Acababa de descubrirlo porque la gente dentro de un auto detenido casi desaparece , se pierde en esa m\u00edsera jaula privada de la belleza que le dan el movimiento y el peligro. y sin embargo el auto hab\u00eda estado ah\u00ed todo el tiempo, formando parte (o deformando esa parte) de la isla. Un auto: como decir un farol de alumbrado, un banco de plaza. Nunca el viento, la luz del sol, esas materias siempre nuevas para la piel y los ojos, y tambi\u00e9n el chico y la mujer, \u00fanicos, puestos ah\u00ed para alterar la isla, para mostr\u00e1rmela de otra manera. En fin, bien pod\u00eda suceder que tambi\u00e9n el hombre del diario estuviera atento a lo que pasaba y sintiera como yo ese regusto maligno de toda expectativa. Ahora la mujer hab\u00eda girado suavemente hasta poner al muchachito entre ella y el parapeto, los ve\u00eda casi de perfil y \u00e9l era m\u00e1s alto, pero no mucho m\u00e1s alto, y sin embargo ella lo sobraba, parec\u00eda como cernida sobre \u00e9l (su risa, de repente, un l\u00e1tigo de plumas), aplast\u00e1ndolo con s\u00f3lo estar ah\u00ed, sonre\u00edr, pasear una mano por el aire. \u00bfPor qu\u00e9 esperar m\u00e1s? Con un diafragma diecis\u00e9is, con un encuadre donde no entrara el horrible auto negro, pero s\u00ed ese \u00e1rbol, necesario para quebrar un espacio demasiado gris…<\/p>\n

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Levant\u00e9 la c\u00e1mara, fing\u00ed estudiar un enfoque que no los inclu\u00eda, y me qued\u00e9 al acecho, seguro de que atrapar\u00eda por fin el gesto revelador, la expresi\u00f3n que todo lo resume, la vida que el movimiento acompasa pero que una imagen r\u00edgida destruye al seccionar el tiempo, si no elegimos la imperceptible fracci\u00f3n esencial. No tuve que esperar mucho. La mujer avanzaba en su tarea de maniatar suavemente al chico, de quitarle fibra a fibra sus \u00faltimos restos de libertad, en una lent\u00edsima tortura deliciosa. Imagin\u00e9 los finales posibles (ahora asoma una peque\u00f1a nube espumosa, casi sola en el cielo), prev\u00ed la llegada a la casa (un piso bajo probablemente, que ella saturar\u00eda de almohadones y de gatos) y sospech\u00e9 el azoramiento del chico y su decisi\u00f3n desesperada de disimularlo y de dejarse llevar fingiendo que nada le era nuevo. Cerrando los ojos, si es que los cerr\u00e9, puse en orden la escena, los besos burlones, la mujer rechazando con dulzura las manos que pretender\u00edan desnudarla como en las novelas, en una cama que tendr\u00eda un edred\u00f3n lila, y oblig\u00e1ndolo en cambio a dejarse quitar la ropa, verdaderamente madre e hijo bajo una luz amarilla de opalinas, y todo acabar\u00eda como siempre, quiz\u00e1, pero quiz\u00e1 todo fuera de otro modo, y la iniciaci\u00f3n del adolescente no pasara, no la dejaran pasar, de un largo proemio donde las torpezas, las caricias exasperantes, la carrera de las manos se resolviera qui\u00e9n sabe en qu\u00e9, en un placer por separado y solitario, en una petulante negativa mezclada con el arte de fatigar y desconcertar tanta inocencia lastimada. Pod\u00eda ser as\u00ed, pod\u00eda muy bien ser as\u00ed; aquella mujer no buscaba un amante en el chico, y a la vez se lo adue\u00f1aba para un fin imposible de entender si no lo imaginaba como un juego cruel, deseo de desear sin satisfacci\u00f3n, de excitarse para alg\u00fan otro, alguien que de ninguna manera pod\u00eda ser ese chico.<\/p>\n

Michel es culpable de literatura, de fabricaciones irreales. Nada le gusta m\u00e1s que imaginar excepciones, individuos fuera de la especie, monstruos no siempre repugnantes. Pero esa mujer invitaba a la invenci\u00f3n, dando quiz\u00e1 las claves suficientes para acertar con la verdad. Antes de que se fuera, y ahora que llenar\u00eda mi recuerdo durante muchos d\u00edas, porque soy propenso a la rumia, decid\u00ed no perder un momento m\u00e1s. Met\u00ed todo en el visor (con el \u00e1rbol, el pretil, el sol de las once) y tom\u00e9 la foto. A tiempo para comprender que los dos se hab\u00edan dado cuenta y que me estaban mirando, el chico sorprendido y como interrogante, pero ella irritada, resueltamente hostiles su cuerpo y su cara que se sab\u00edan robados, ignominiosamente presos en una peque\u00f1a imagen qu\u00edmica.<\/p>\n

Lo podr\u00eda contar con mucho detalle, pero no vale la pena. La mujer habl\u00f3 de que nadie ten\u00eda derecho a tomar una foto sin permiso, y exigi\u00f3 que le entregara el rollo de pel\u00edcula. Todo esto con una voz seca y clara, de buen acento de Par\u00eds, que iba subiendo de color y de tono a cada frase. Por mi parte se me importaba muy poco darle o no el rollo de pel\u00edcula, pero cualquiera que me conozca sabe que las cosas hay que ped\u00edrmelas por las buenas. El resultado es que me limit\u00e9 a formular la opini\u00f3n de que la fotograf\u00eda no s\u00f3lo no est\u00e1 prohibida en los lugares p\u00fablicos, sino que cuenta con el m\u00e1s decidido favor oficial y privado. y mientras se lo dec\u00eda gozaba socarronamente de c\u00f3mo el chico se replegaba, se iba quedando atr\u00e1s-con s\u00f3lo no moverse-y de golpe (parec\u00eda casi incre\u00edble) se volv\u00eda y echaba a correr, creyendo el pobre que caminaba y en realidad huyendo a la carrera, pasando al lado del auto, perdi\u00e9ndose como un hilo de la Virgen en el aire de la ma\u00f1ana.<\/p>\n

Pero los hilos de la Virgen se llaman tambi\u00e9n babas del diablo, y Michel tuvo que aguantar minuciosas imprecaciones, o\u00edrse llamar entrometido e imb\u00e9cil, mientras se esmeraba deliberadamente en sonre\u00edr y declinar, con simples movimientos de cabeza, tanto env\u00edo barato. Cuando empezaba a cansarme, o\u00ed golpear la portezuela de un auto. El hombre del sombrero gris estaba ah\u00ed, mir\u00e1ndonos. S\u00f3lo entonces comprend\u00ed que jugaba un papel en la comedia.<\/p>\n

Empez\u00f3 a caminar hacia nosotros, llevando en la mano el diario que hab\u00eda pretendido leer. De lo que mejor me acuerdo es de la mueca que le ladeaba la boca, le cubr\u00eda la cara de arrugas, algo cambiaba de lugar y forma porque la boca le temblaba y la mueca iba de un lado a otro de los labios como una cosa independiente y viva, ajena a la voluntad. Pero todo el resto era fijo, payaso enharinado u hombre sin sangre, con la piel apagada y seca, los ojos metidos en lo hondo y los agujeros de la nariz negros y visibles, m\u00e1s negros que las cejas o el pelo o la corbata negra. Caminaba cautelosamente, como si el pavimento le lastimara los pies; le vi zapatos de charol, de suela tan delgada que deb\u00eda acusar cada aspereza de la calle. No s\u00e9 por qu\u00e9 me hab\u00eda bajado del pretil, no s\u00e9 bien por qu\u00e9 decid\u00ed no darles la foto, negarme a esa exigencia en la que adivinaba miedo y cobard\u00eda. El payaso y la mujer se consultaban en silencio: hac\u00edamos un perfecto tri\u00e1ngulo insoportable, algo que ten\u00eda que romperse con un chasquido. Me les re\u00ed en la cara y ech\u00e9 a andar, supongo que un poco m\u00e1s despacio que el chico. A la altura de las primeras casas, del lado de la pasarela de hierro, me volv\u00ed a mirarlos. No se mov\u00edan, pero el hombre hab\u00eda dejado caer el diario; me pareci\u00f3 que la mujer, de espaldas al parapeto, paseaba las manos por la piedra, con el cl\u00e1sico y absurdo gesto del acosado que busca la salida.<\/p>\n

Lo que sigue ocurri\u00f3 aqu\u00ed, casi ahora mismo, en una habitaci\u00f3n de un quinto piso. Pasaron varios d\u00edas antes de que Michel revelara las fotos del domingo; sus tomas de la Conserjer\u00eda y de la Sainte&endash;Chapelle eran lo que deb\u00edan ser. Encontr\u00f3 dos o tres enfoques de prueba ya olvidados, una mala tentativa de atrapar un gato asombrosamente encaramado en el techo de un mingitorio callejero, y tambi\u00e9n la foto de la mujer rubia y el adolescente. El negativo era tan bueno que prepar\u00f3 una ampliaci\u00f3n; la ampliaci\u00f3n era tan buena que hizo otra mucho m\u00e1s grande, casi como un afiche. No se le ocurri\u00f3 (ahora se lo pregunta y se lo pregunta) que s\u00f3lo las fotos de la Conserjer\u00eda merec\u00edan tanto trabajo. De toda la serie, la instant\u00e1nea en la punta de la isla era la \u00fanica que le interesaba; fij\u00f3 la ampliaci\u00f3n en una pared del cuarto, y el primer d\u00eda estuvo un rato mir\u00e1ndola y acord\u00e1ndose, en esa operaci\u00f3n comparativa y melanc\u00f3lica del recuerdo frente a la perdida realidad; recuerdo petrificado, como toda foto, donde nada faltaba, ni siquiera y sobre todo la nada, verdadera fijadora de la escena. Estaba la mujer, estaba el chico, r\u00edgido el \u00e1rbol sobre sus cabezas, el cielo tan fijo como las piedras del parapeto, nubes y piedras confundidas en una sola materia inseparable (ahora pasa una con bordes afilados, corre como en una cabeza de tormenta). Los dos primeros d\u00edas acept\u00e9 lo que hab\u00eda hecho, desde la foto en s\u00ed hasta la ampliaci\u00f3n en la pared, y no me pregunt\u00e9 siquiera por qu\u00e9 interrump\u00eda a cada rato la traducci\u00f3n del tratado de Jos\u00e9 Norberto Allende para reencontrar la cara de la mujer, las manchas oscuras en el pretil. La primera sorpresa fue est\u00fapida; nunca se me hab\u00eda ocurrido pensar que cuando miramos una foto de frente, los ojos repiten exactamente .la posici\u00f3n y la visi\u00f3n del objetivo; son esas cosas que se dan por sentadas y que a nadie se le ocurre considerar. Desde mi silla, con la m\u00e1quina de escribir por delante, miraba la foto ah\u00ed a tres metros, y entonces se me ocurri\u00f3 que me hab\u00eda instalado exactamente. en el punto de mira del objetivo. Estaba muy bien as\u00ed; sin duda era la manera m\u00e1s perfecta de apreciar una foto, aunque la visi\u00f3n en diagonal pudiera tener sus encantos y a\u00fan sus descubrimientos. Cada tantos minutos, por ejemplo cuando no encontraba la manera de decir en buen franc\u00e9s lo que Jos\u00e9 Alberto Allende dec\u00eda en tan buen espa\u00f1ol, alzaba los ojos y miraba la foto; a veces me atra\u00eda la mujer, a veces el chico, a veces el pavimento donde una hoja seca se hab\u00eda situado admirablemente para valorizar un sector lateral. Entonces descansaba un rato de mi trabajo, y me inclu\u00eda otra vez con gusto en aquella ma\u00f1ana que empapaba la foto, recordaba ir\u00f3nicamente la imagen col\u00e9rica de la mujer reclam\u00e1ndome la fotograf\u00eda, la fuga rid\u00edcula y pat\u00e9tica del chico, la entrada en escena del hombre de la cara blanca. En el fondo estaba satisfecho de m\u00ed mismo; mi partida no hab\u00eda sido demasiado brillante, pues si a los franceses les ha sido dado el don de la pronta respuesta, no ve\u00eda bien por qu\u00e9 hab\u00eda optado por irme sin una acabada demostraci\u00f3n de privilegios, prerrogativas y derechos ciudadanos. Lo importante, lo verdaderamente importante era haber ayudado al chico a escapar a tiempo (esto en caso de que mis teor\u00edas fueran exactas, lo que no estaba suficientemente probado, pero la fuga en s\u00ed parec\u00eda demostrarlo). De puro entrometido le hab\u00eda dado oportunidad de aprovechar al fin su miedo para algo \u00fatil; ahora estar\u00eda arrepentido, menoscabado, sinti\u00e9ndose poco hombre. Mejor era eso que la compa\u00f1\u00eda de una mujer capaz de mirar como lo miraban en la isla; Michel es puritano a ratos, cree que no se debe corromper por la fuerza. En el fondo, aquella foto hab\u00eda sido una buena acci\u00f3n.<\/p>\n

No por buena acci\u00f3n la miraba entre p\u00e1rrafo y p\u00e1rrafo de mi trabajo. En ese momento no sab\u00eda por qu\u00e9 la miraba, por qu\u00e9 hab\u00eda fijado la ampliaci\u00f3n en la pared; quiz\u00e1 ocurra as\u00ed con todos los actos fatales, y sea \u00e9sa la condici\u00f3n de su cumplimiento. Creo que el temblor casi furtivo de las hojas del \u00e1rbol no me alarm\u00f3, que segu\u00ed una frase empezada y la termin\u00e9 redonda. Las costumbres son como grandes herbarios, al fin y al cabo una ampliaci\u00f3n de ochenta por sesenta se parece a una pantalla donde proyectan cine, donde en la punta de una isla una mujer habla con un chico y un \u00e1rbol agita unas hojas secas sobre sus cabezas.<\/p>\n

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Pero las manos ya eran demasiado. Acababa de escribir: Donc, la seconde cl\u00e9 r\u00e9side dans la nature intrins\u00e8que des difficult\u00e9s que les soci\u00e9t\u00e9s-y vi la mano de la mujer que empezaba a cerrarse despacio, dedo por dedo. De m\u00ed no qued\u00f3 nada, una frase en franc\u00e9s que jam\u00e1s habr\u00e1 de terminarse, una m\u00e1quina de escribir que cae al suelo, una silla que chirr\u00eda y tiembla, una niebla. El chico hab\u00eda agachado la cabeza, como los boxeadores cuando no pueden m\u00e1s y esperan el golpe de desgracia; se hab\u00eda alzado el cuello del sobretodo, parec\u00eda m\u00e1s que nunca un prisionero, la perfecta v\u00edctima que ayuda a la cat\u00e1strofe. Ahora la mujer le hablaba al o\u00eddo, y la mano se abr\u00eda otra vez para posarse en su mejilla, acariciarla y acariciarla, quem\u00e1ndola sin prisa. El chico estaba menos azorado que receloso, una o dos veces atisb\u00f3 por sobre el hombro de la mujer y ella segu\u00eda hablando, explicando algo que lo hac\u00eda mirar a cada momento hacia la zona donde Michel sab\u00eda muy bien que estaba el auto con el hombre del sombrero gris, cuidadosamente descartado en la fotograf\u00eda pero reflej\u00e1ndose en los ojos del chico y (c\u00f3mo dudarlo ahora) en las palabras de la mujer, en las manos de la mujer, en la presencia vicaria de la mujer. Cuando vi venir al hombre, detenerse cerca de ellos y mirarlos, las manos en los bolsillos y un aire entre hastiado y exigente, patr\u00f3n que va a silbar a su perro despu\u00e9s de los retozos en la plaza, comprend\u00ed, si eso era comprender, lo que ten\u00eda que pasar, lo que ten\u00eda que haber pasado, lo que hubiera tenido que pasar en ese momento, entre esa gente, ah\u00ed donde yo hab\u00eda llegado a trastrocar un orden, inocentemente inmiscuido en eso que no hab\u00eda pasado pero que ahora iba a pasar, ahora se iba a cumplir. y lo que entonces hab\u00eda imaginado era mucho menos horrible que la realidad, esa mujer que no estaba ah\u00ed por ella misma, no acariciaba ni propon\u00eda ni alentaba para su placer, para llevarse al \u00e1ngel despeinado y jugar con su terror y su gracia deseosa. El verdadero amo esperaba, sonriendo petulante, seguro ya de la obra; no era el primero que mandaba a una mujer a la vanguardia, a traerle los prisioneros maniatados con flores. El resto ser\u00eda tan simple, el auto, una casa cualquiera, las bebidas, las l\u00e1minas excitantes, las l\u00e1grimas demasiado tarde, el despertar en el infierno. y yo no pod\u00eda hacer nada, esta vez no pod\u00eda hacer absolutamente nada. Mi fuerza hab\u00eda sido una fotograf\u00eda, \u00e9sa, ah\u00ed, donde se vengaban de m\u00ed mostr\u00e1ndome sin disimulo lo que iba a suceder. La foto hab\u00eda sido tomada, el tiempo hab\u00eda corrido; est\u00e1bamos tan lejos unos de otros, la corrupci\u00f3n seguramente consumada, las l\u00e1grimas vertidas, y el resto conjetura y tristeza. De pronto el orden se invert\u00eda, ellos estaban vivos, movi\u00e9ndose, decid\u00edan y eran decididos, iban a su futuro; y yo desde este lado, prisionero de otro tiempo, de una habitaci\u00f3n en un quinto piso, de no saber qui\u00e9nes eran esa mujer y ese hombre y ese ni\u00f1o, de ser nada m\u00e1s que la lente de mi c\u00e1mara, algo r\u00edgido, incapaz de intervenci\u00f3n. Me tiraban a la cara la burla m\u00e1s horrible, la de decidir frente a mi impotencia, la de que el chico mirara otra vez al payaso enharinado y yo comprendiera que iba a aceptar, que la propuesta conten\u00eda dinero o enga\u00f1o, y que no pod\u00eda gritarle que huyera, o simplemente facilitarle otra vez el camino con una nueva foto, una peque\u00f1a y casi humilde intervenci\u00f3n que desbaratara el andamiaje de baba y de perfume. Todo iba a resolverse all\u00ed mismo, en ese instante; hab\u00eda como un inmenso silencio que no ten\u00eda nada que ver con el silencio f\u00edsico. Aquello se tend\u00eda, se armaba. Creo que grit\u00e9, que grit\u00e9 terriblemente, y que en ese mismo segundo supe que empezaba a acercarme, diez cent\u00edmetros, un paso, otro paso, el \u00e1rbol giraba cadenciosamente sus ramas en primer plano, una mancha del pretil sal\u00eda del cuadro, la cara de la mujer, vuelta hacia m\u00ed como sorprendida, iba creci\u00e9ndo, y entonces gir\u00e9 un poco, quiero decir que la c\u00e1mara gir\u00f3 un poco, y sin perder de vista a la mujer empez\u00f3 a acercarse al hombre que me miraba con los agujeros negros que ten\u00eda en el sitio de los ojos, entre sorprendido y rabioso miraba queriendo clavarme en el aire, y en ese instante alcanc\u00e9 a ver como un gran p\u00e1jaro fuera de foco que pasaba de un solo vuelo delante de la imagen, y me apoy\u00e9 en la pared de mi cuarto y fui feliz porque el chico acababa de escaparse, lo ve\u00eda corriendo, otra vez en foco, huyendo con todo el pelo al viento, aprendiendo por fin a volar sobre la isla, a llegar a la pasarela, a volverse a la ciudad. Por segunda vez se les iba, por segunda vez yo lo ayudaba a escaparse, lo devolv\u00eda a su para\u00edso precario. Jadeando me qued\u00e9 frente a ellos; no hab\u00eda necesidad de avanzar m\u00e1s, el juego estaba jugado. De la mujer se ve\u00eda apenas un hombro y algo de pelo, brutalmente cortado por el cuadro de la imagen; pero de frente estaba el hombre, entreabierta la boca donde ve\u00eda temblar una lengua negra, y levantaba lentamente las manos, acerc\u00e1ndolas al primer plano, un instante a\u00fan en perfecto foco, y despu\u00e9s todo \u00e9l un bulto que borraba la isla, el \u00e1rbol, y yo cerr\u00e9 los ojos y no quise mirar m\u00e1s, y me tap\u00e9 la cara y romp\u00ed a llorar como un idiota.<\/p>\n

Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos d\u00edas, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rect\u00e1ngulo pur\u00edsimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos y sec\u00e1rmelos con los dedos: el cielo limpio, y despu\u00e9s una nube que entraba por la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perd\u00eda por la derecha. y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al rev\u00e9s, y poco a poco el cuadro se aclara, quiz\u00e1 sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. y las palomas, a veces, y uno que otro gorri\u00f3n.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

Las Babas del Diablo – un cuento clasico de Julio Cortazar, sobre el que se baso Blow Up de Michelangelo Antonioni<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":0,"parent":0,"menu_order":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","template":"","meta":[],"_links":{"self":[{"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/pages\/10745"}],"collection":[{"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/pages"}],"about":[{"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/types\/page"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=10745"}],"version-history":[{"count":0,"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/pages\/10745\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/localhost\/datacraft2023\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=10745"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}