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Con una puesta en escena super arriesgada, Sex Education pasa de ser una serie provocativa a una profundamente emotiva e inteligente, en otro hit de Netflix.
Por Alejandro Franco – contáctenos
Sex Education hace lo que las grandes series hacen: establecen un conjunto de personajes fascinantes y, promediando la temporada, encuentra el tono exacto para que generen situaciones emocionantes. Lo que al principio parece una comedia zarpada al estilo de las de Judd Apatow – el sexo inunda la pantalla tanto en imágenes como en palabras, describiendo con lujo de detalles todo tipo de situaciones (y problemas) por los que pasan los adolescentes -, pronto encuentra sus pies y el erotismo da lugar a la magia, a esas situaciones donde los individuos te toman por asalto y te enganchás con ellos. La incómoda situación diaria que vive un quinceañero (Asa Butterfield) con su desinhibida madre terapeuta sexual (Gillian Anderson) va mas allá de la anécdota y del chiste fácil a lo sitcom, y se transforma en un análisis de situaciones humanas, donde los chicos encuentran el amor pero por falta de consejo no saben cómo concretarlo de manera satisfactoria. El personaje de Butterfield decide aplicar todo el expertise aprendido durante años de charlas incómodas con su filosa madre (y escuchas indiscretas de sus sesiones con los pacientes) y de pronto se vuelve el gurú sexual al que todos los chicos de su escuela desean acudir en busca de consejo. La chica mala de turno (Emma Mackey) se vuelve su interesada amiga y le consigue pacientes, y mientras tanto su amigo gay (Ncuti Gatwa) no sólo sirve de oído para escucharlo y traerlo de vuelta a la tierra, sino que vive su propio proceso de metamorfosis y emancipación en una familia profundamente religiosa. y todo esto seteado en una Inglaterra rural cuyo conservadurismo se va cayendo a pedazos.
Las performances son formidables. Hace rato que Gillian Anderson quiere hacer comedia pero su rango es limitado y, ya que vive en Gran Bretaña desde hace años, su personalidad áspera se ha munido de un acento cerrado extremadamente british y pedante, lo que la hace ideal para el papel. La Anderson hace de la Anderson, y es raro verla en bata de baño o hablando de orgasmos y miembros sexuales. Pero su rostro impenetrable es lo que le da la gracia, y sus millones de maneras de incomodar (y avergonzar) a su hijo forma la sal de su personaje. No lo hace a propósito; es simplemente una intelectual que vive en otra sintonía al resto de los mortales y entiende al sexo como una necesidad corporal, habiendo cerrado desde hace rato su corazón al amor luego de los cuernos que le pusiera su ex esposo (también terapeuta) con una de sus pacientes. Asa Butterfield (que salvo por El Juego de Ender siempre me pareció un intérprete blando y sin carisma) demuestra que puede hacerle frente a cualquier cosa en lo actoral, y sus mohines lo hacen fresco y natural, un chico que puede transformarse en una fuente de sabiduría en un instante y convertirse en un tímido nerd al momento siguiente. y su impensada compañera de ruta, Emma Mackey, es la chica fácil de mala fama (injustificada por cierto, creada por despecho de un ex amante) que está en un nivel superior a Butterfield, esa muchacha sexy e inalcanzable… con la cual el improvisado terapeuta empieza a establecer una sutil química que lleva de las narices a la serie. y Gatwa no está de relleno (o comic relief) sino que tiene su momento de brillo, sobre todo cuando su estricto padre se vuelve un impensado apoyo en el momento en que su identidad sexual está en crisis.
Los secundarios deliciosos abundan: el atleta criado por lesbianas que se enamora de Mackey y que tiene un sentimiento sincero por la chica… aunque empiece a notar que su vida apeste (vive enclaustrado por sus madres, formado de manera estricta como futuro atleta de éxito y con el ojo puesto en las olimpíadas); el matón de la escuela, que resulta ser el hijo del director, y que es un tipo agobiado por su distante padre (y que al momento de quitar la coraza, revele ser un tipo sensible, confirmando mi sospecha de que los matones acosan aquello que en realidad quisieran ser); el grupo de chicas malas que usan su snobismo para esconder sus debilidades; la aspirante a chica popular que se deja usar por las snobs y pronto encuentra su propio camino; y un plomero carismático que le hace temblar el piso a la Anderson cuando ésta pensaba que tenia todo resuelto en el aspecto sentimental.
Sex Education es una serie imperdible. Es explícita, no es para ver en cualquier momento, pero tras su fachada de transgresión esconde enormes y contagiosos sentimientos. Me hace acordar a esa joya de Judd Apatow que fue Freaks and Geeks (1999), plagada de futuros nombres famosos (Seth Rogen, James Franco, Jason Segel, Linda Cardellini, John Francis Daley), que era como una versión 2.0 de las comedias de John Hughes, con otra nerd amiga de los chicos malos (igual que acá), tan desenfadada como sincera y emotiva. Acá los personajes dejan de ser invenciones del libretista y cobran vida propia, y uno puja para que cumplan sus sueños y sus amores imposibles, en donde la terapia sexual callejera de Butterfield da paso a los sentimientos mas honestos y a las situaciones mas emocionantes.