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Los que vivieron la década del 70 deben recordar el asunto ya que se publicó en diarios de todo el mundo. Se ha estrenado en Nueva York una película sórdida en la cual matan a una actriz en cámara. Ligas de la Decencia protestan frente a los cines, los medios gráficos se hacen eco del escándalo y hasta un fiscal de Nueva York interviene para investigar. Y eso ocurre con Snuff (1976)… una película de terror rodada de manera clandestina en nuestras pampas y durante la dictadura de Lanusse.
Por Alejandro Franco – contáctenos
Década del 70, Times Square, Nueva York. Lo que alguna vez fue la zona más glamorosa de la Gran Manzana se ha convertido con el paso del tiempo en la cloaca de la ciudad. Espectáculos de striptease y salas de cine para adultos pueblan casi toda la zona. Entre todos ellos se intercalan los cines grindhouse, aquellos que pasan películas con contenido no convencional, o sea no producido por los estudios mayores de Hollywood (o que vienen de los circuitos marginales de Europa) y que muchas veces juegan con los límites de la censura. El término grindhouse es tan amplio que abarca tanto a las películas de terror demasiado sangrientas para la época como Blood Feast (1963), como a los documentales basados en contenido shockeante como Mondo Cane (1962).
Entre todos los contenidos que proliferan en las salas grindhouse de mediados de los 70 se destaca un filme. Uno que clama mostrar un asesinato real filmado en cámara. Al principio nadie va a verlo pero la noticia de la película llega a oídos de los diarios y los críticos van en masa para verla. El filme pronto ocupa los encabezados de los periódicos de todo el mundo. Las ligas de la decencia se movilizan, y políticos, artistas e intelectuales – que van desde Ellen Burstyn y Viveca Lindfors hasta Susan Sontag – piden que los fiscales clausuren el cine y decomisen la película. Hay que abrir una investigación urgente y encontrar a los responsables. Todo este escándalo sirve como una gigantesca campaña publicitaria para la cinta, y la gente hace enormes colas para verla antes que la prohíban. De pronto el pequeño filme de supuesto contenido ilegal se vuelve un masivo éxito de taquilla. Durante las siguientes semanas hará unos u$s 300.000.-, una recaudación formidable para una peliculita barata e independiente y que incluso supera los números de Atrapado sin Salida (1975), un filme de calidad y nominado al Oscar, el cual era el éxito del momento.
La película en cuestión se llama Snuff. Y una de las cosas más curiosas del filme es que es una producción norteamericana rodada en Argentina. Como diría el slogan de la película, filmada en Latinoamérica… en donde la vida es barata.
Crónica de un filme prohibido
El público de los años 70 sigue escandalizado por los crímenes del Clan Manson, en donde un psicópata y su grupo de seguidores han masacrado a una familia y han pintado grafitis en las paredes de la casa con la sangre de las víctimas. Una de ellas era la reconocida actriz Sharon Tate, esposa de Roman Polanski, y la cual estaba embarazada al momento de ser asesinada.
Mujeres protestando frente al National Theatre (pagadas por Allan Shackleton) para prohibir el filme… y dando a entender que el asesinato que muestra el filme es real; al lado, poster de la película.
Pronto los cineastas independientes comienzan a rodar películas con temáticas similares para “explotar” el escándalo de los asesinatos Manson. El cine exploitation significa exactamente eso: aprovechar una veta que capta la atención de la gente, muchas veces debido a su morbo. Muchos de los argumentos de los filmes exploitation surgen de los titulares de la crónica roja de los diarios.
Acá hay un par de productores de cine adulto y exploitation, el matrimonio de Roberta y Michael Findlay, que deciden hacer otra película que copie las andanzas de un clan similar al de los Manson. Algo tan escabroso puede generar buenos réditos en taquilla. Por otra parte Michael Findlay conoce de hace mucho tiempo a Jack Bravman, un productor exploitation que sabe cómo hacer películas grindhouse sin alborotar a los comités de censura norteamericanos. Es Bravman el que les sugiere ir a filmar a Argentina. No sólo porque hay una industria cinematográfica establecida, con lo cual pueden disponer inmediatamente de técnicos, cámaras y toda la infraestructura necesaria para el rodaje, sino por la diferencia de cambio. Producir un filme en Argentina le sale apenas 30 mil dólares, algo ínfimo comparado con lo que les costaría rodar algo similar en Estados Unidos – no sería la primera vez que pasara esto; títulos baratos o grindhouse como The Curious Dr. Humpp (1969) o Extraña Invasión (1965) se hicieron en nuestras pampas con actores importados como Richard Conte y elencos locales compuestos por gente de la talla de Aldo Barbero, Ricardo Bauleo y hasta Mónica Cahen D’Anvers en una rara intervención como actriz -. Así que se toman un avión y desembarcan en nuestro país en 1971, en plena dictadura militar y con el General Agustín Lanusse en el poder. El cómo se dan maña para rodar una película sangrienta en la época de los militares es un misterio. Es más que posible que toda la filmación haya sido clandestina, lejos de Buenos Aires y de la atenta mirada de los militares.
Bravman tiene razón: Argentina es muy barata. Tanto que el filme, pensado originalmente para rodarse en blanco y negro por cuestión de costos, termina filmándose a colores.
La película va a llamarse Slaughter; Masacre en inglés. Pronto comienzan a reclutar actores para la cinta: figura Aldo Mayo; Alfredo Iglesias, eterno abonado a las comedias del ciclo de Darío Vittori; y una modelo que ganó un concurso de reina de belleza en 1967: Mirta Massa. Mientras que los argentinos harán de víctimas y extras, los villanos serán interpretados por un grupo de actores yanquis desconocidos que vinieron con la troupe de los Findlay y Bravman.
La filmación se hace rápida y en silencio. Los actores argentinos balbucean fonéticamente sus líneas en inglés. Todo será doblado nuevamente en Estados Unidos.
Los Findlay regresan a Norteamérica, editan el filme y le buscan distribuidor. Pero, para esa época (1971), ya hay demasiadas películas exploitation que han clonado hasta la saturación el tema de clanes satánicos asesinos al estilo de los Manson. Nadie quiere agarrar viaje y la película termina siendo archivada.
Al poco tiempo Roberta Findlay se separa de su marido Michael y se pone en pareja con Allan Shackleton, un distribuidor de películas grindhouse. Shackleton se ha hecho fama lidiando contra la censura en Estados Unidos, utilizando un ejército de abogados para lograr que los filmes más sórdidos que ha comprado en Europa puedan estrenarse en Norteamérica sin problemas. Todos esos escándalos le sirven como publicidad gratuita y hace que los filmes exploitation que distribuye recauden más de lo previsto.
Shackleton descubre la película archivada de los Findlay. Es un bodrio como todo lo que ha producido el matrimonio hasta ese momento. Amateur por donde se la mire, sin tensión, sin actuaciones decentes. Ni siquiera las escenas violentas provocan algo. Pero Shackleton está decidido a sacar agua de las piedras y contrata a Simon Nuchtern, un director exploitation al cual conoce del rubro. Entre ambos deciden que la única manera de revivir el filme es rodando una escena extra que fuera lo más shockeante posible. Así es como terminan filmando el supuesto asesinato que convierte al filme en un escándalo… y en un masivo éxito de taquilla en 1976. El producto final, retocado, pasará a llamarse Snuff.
¿Y qué significa Snuff?. El término viene de la expresión inglesa snuff out, que significa apagado o soplido. Como cuando uno apaga una vela con un soplo. De algún modo la expresión se volvió el sinónimo de que, cuando uno mata a una persona, le arranca, sopla o le apaga el alma a la víctima por decirlo de alguna manera – Malcolm McDowell llega a usar el término durante una de sus fechorías en La Naranja Mecánica (1971) -. Aunque no hay consenso sobre el origen, desde principios del siglo 20 siempre circularon rumores de la existencia de filmes prohibidos en donde la gente era asesinada en cámara, más aún después de las atrocidades producidas por el Nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Esos filmes clandestinos circularían de mano en mano entre gente poderosa de gustos retorcidos, los cuales encontrarían regocijo al ver un asesinato en la oscuridad de sus salas de proyección privadas. Todo esto siempre se ha considerado una leyenda urbana, por lo menos hasta que el filme de los Findlay lo sacó a la luz, lo puso en boca de todos y hasta lo convirtió en una moda. No pasaría mucho tiempo antes que productores despiadados de todo el mundo presentaran filmes apócrifos sobre homicidios y masacres captadas por una cámara. Desde la infame serie Rostros de la Muerte, donde supuestamente se filmaban las ejecuciones de condenados a muerte y se captaban en cámara accidentes reales en toda su sangrienta gloria, hasta los Guinea Pig, una serie de películas japonesas producidas exclusivamente para el morbo y que terminó con un escándalo en 1992 cuando el actor Charlie Sheen vio una de ellas en privado y alertó al FBI sobre ser asesinatos reales. Pronto se descubrió que todo se trataba de actores, maquillaje y efectos especiales de mal gusto, y Sheen terminó haciendo el ridículo frente al público.
Columnas en los diarios estadounidenses de la época, hablando sobre el filme, incluyendo la investigación del fiscal de distrito que dictaminó que todo era una farsa y que la figura masacrada en la escena infame no es más que un maniquí.
¿Y de qué trata Snuff?. En realidad el 95 por ciento del filme es la cinta de los Findlay tal cual la rodaron. Un clan de sádicos satanistas toma a una familia de rehén y le hacen todo tipo de barbaridades. Cuando la historia está por terminar la proyección de la película se interrumpe. Hay un set de filmación y una actriz, que se supone que es una de las protagonistas de la cinta de los Findlay – aunque no se le parece en nada -, empieza a llorar. El director le grita que es una mala actriz, que no pone suficiente realismo para lucir aterrorizada. Es entonces cuando le pide al equipo de filmación que la ate a una cama y el director procede a amputarle partes del cuerpo, culminando con la evisceración de la mujer. En el momento en que el director cae en la cuenta de lo que está haciendo, le empieza a gritar al camarógrafo que deje de filmar. La gente de la platea, conmocionada, cree que en la edición de la película que acaban de ver se ha infiltrado una escena prohibida e ilegal: han asesinado a una actriz frente a cámaras.
Snuff se estrena en enero de 1976 y a los pocos días hay un grupo de cincuenta mujeres manifestándose en la puerta del cine National Theatre, pidiendo a gritos de que la bajen de cartel por ser excesivamente violenta. Las manifestantes han sido pagadas por Shackleton para usarlas como truco publicitario. Pero a las falsas manifestantes empiezan a unirse gente real y pronto todo esto se transforma en un circo mediático.
La Asociación de Distribuidores y Exhibidores de Cine Adulto de Estados Unidos no estaba contenta con Snuff… lo cual no termina de sorprender. La asociación se había formado en 1969 para proteger los intereses de quienes participan en la producción, distribución y exhibición de películas para adultos, y había batallado contra la representación negativa, que incluía, entre otras cosas, la explotación infantil y los rumores urbanos sobre las llamadas películas snuff. Shackleton, hasta entonces miembro de la AFAA, fue expulsado sin contemplaciones de la organización a causa del filme. Inmediatamente convocaron a una rueda de prensa para decir que la película es un engaño.
A Shackleton no le importa nada de esto. El filme se proyecta en salas convencionales y grindhouse, no en cines de filmes de adultos. Sus bolsillos se están llenando con la recaudación de Snuff y obtiene titulares en diarios de todo el mundo. Cuando periodistas de la revista Variety le preguntan si el asesinato filmado es real, no lo afirma ni lo niega. La ambigüedad es su mejor herramienta de marketing.
Al final el fiscal de distrito de Nueva York, Robert M. Morgenthau, se ve obligado a tomar cartas en el asunto por presión popular. Claro, hay demasiada gente que habla de la película pero son muy pocos los que realmente la han visto. El fiscal descubre que la escena del asesinato está trucada de la manera mas obvia y barata posible. Se nota que, de una secuencia a la otra, lo que masacran es un maniquí y la actriz está situada en un colchón con doble fondo así que lo único real es su cabeza que sobresale de la cama trucada. Morgenthau gastará un mes de su vida, y una buena cantidad de recursos del Estado, en rastrear a la actriz por todos lados hasta descubrir que la misma estaba viva y en impecable estado de salud.
Mientras tanto, la película infame hace historia. Se proyecta en salas grindhouse de otras ciudades de Estados Unidos y el efecto es el mismo: multitudes indignadas, plateas llenas, titulares en los diarios. Hay manifestantes que rompen los frentes de los cines donde se exhiben. Nadie parece cuestionarse la lógica de cómo un filme así puede ser exhibido si su contenido es ilegal; o si entró al país de contrabando. Cuando llega la era del video en los años 80, pronto pasa a integrar la lista conocida como Video Nasty: los filmes mas atroces que son prohibidos por la censura británica. Eso sólo sirve para incrementar su aura legendaria.
Snuff terminaría por salir en DVD en el 2003. Para ese entonces la escena del asesinato parecía una pavada en comparación a otras escenas sangrientas que el cine mainstream estaba ofreciendo para ese entonces, como Alien, Martes 13 o Halloween. No tuvo ninguna crítica positiva; la historia era muy cruda, el rodaje era amateur y la perversa escena del final ahora se veía risible. Lo único que la sacaba del anonimato fue el formidable escándalo que produjo al momento de su estreno. En una era en donde no existía Internet, en donde los efectos de maquillaje eran básicos, en donde la ingenuidad prosperaba, resultaba muy fácil creer que lo que vendía el filme era real, lo que terminaría convirtiéndolo en un tema del que se hablaría durante años.
Quizás la mayor contribución de Allan Shackleton haya sido instalar el término Snuff en la cultura popular. Otros filmes como 8MM (1999), Tesis (1996), A Serbian Film (2010) o Cannibal Holocaust (1980) se aprovecharían del tema en modo exploitation ya sea utilizando escenas trucadas, o siendo thrillers serios que tratan la existencia de películas snuff como reales. Como sea, Shackleton no lograría disfrutar demasiado del mega éxito del filme. Terminaría falleciendo en octubre de 1979, apenas 3 años después del mayor opus de su infame carrera.