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Proteja a sus hijos de los abusadores de niños; consejos para la proteccion contra el abuso sexual infantil
Por Alejandro Franco – contáctenos
Jennifer era una pequeña de nueve años que gustaba de pasar sus ratos libres jugando y subiéndose a los árboles. Pero un día comenzó a quedarse en casa y, después de varias jornadas, su madre la interrogó. Jennifer rompió en llanto y le contestó:
– Tengo miedo que el tío Calabaza quiera jugar otra vez a las escondidas conmigo.
“Tio Calabaza” era el apodo que le habían puesto los niños del barrio al guardia del parque, un hombre al cual le faltaba un diente delantero y que gustaba de hacer muecas, lo que le daba el aspecto de una calabaza de Halloween. Cierta tarde el hombre había persuadido a la niña para que jugase con él a las escondidas.
– ¿Y qué pasó entonces? – le preguntó la madre a la niña.
– El tío Calabaza me acarició allá abajo – explicó llorando Jennifer.
“Quedé paralizada” cuenta la madre. “Seguí hablando con mi hija y me enteré que el guardia se había limitado a tocar los genitales de mi niña por encima de la ropa, sin hacerle ningún daño físico”. “Luego la estreché entre mis brazos y le dije que muchos adultos (no muchos, pero sí algunos) hacen con los chicos ciertas cosas que no deberían. Le pedí que se tranquilizara, que estaría a salvo, y que su padre y yo nos encargaríamos de que el tío Calabaza no le volvería a hacer nada parecido”.
El ultraje infantil es un tema que a nadie le gusta tocar, pero la madre de Jennifer actuó como corresponde; creyó en el relato de su hija y le dijo que había hecho bien en decírselo.
Los especialistas declaran que el daño síquico que se produce cuando los padres no le creen o no escuchan a sus hijos es aún mayor que el producido por el incidente mismo. Es mucho más común de lo que uno piensa, que los padres tomen la actitud de que se tratan de imaginaciones o mentiras. y la negación es aún mayor cuando el responsable resulta ser amigo, conocido o familiar de los padres… lo cual es cierto en una abrumadora mayoría de los casos.
El ultraje sexual no es algo raro. Ocurre en todos los grupos económicos y raciales. En un estudio realizado en Estados Unidos en 800 estudiantes universitarios reveló que un 19% de las chicas y un 9% de los varones sufrieron al menos un ataque sexual durante su niñez.
Por desgracia sólo tiende a denunciarse los casos menos traumáticos (como que un desconocido se le exhibe desnudo a una criatura) y no los peores, aquellos en donde la víctima termina en la sala de urgencias de un hospital. Cuando los padres descubren que sus hijos han sido ultrajados, se sienten aliviados si el incidente no llegó al coito y, por ello, minimizan su trascendencia.
Esto se suele llamar como el síndrome de “aquí no pasó nada”, y esto alcanza tanto al que se mostró desnudo ante un menor, lo acarició o incluso le practicó sexo oral. Mientras no haya penetración, todo está bien.
Pero todo incidente sexual con un menor es una agresión que repercute en la estima de dicho menor. La intimidad del pequeño ha sido violada. El o ella han sido forzados a hacer algo que le produce un profundo sentimiento de vergüenza y confusión.
Como los padres se sienten confundidos y no saben qué hacer con la criatura ultrajada, resulta necesario que recurran a profesionales capacitados que los asesoren para afrontar estas situaciones. Lo importante es que los padres crean en sus hijos cuando éstos les informan de estos incidentes. Muchos adultos creen que los niños inventan casos de ultraje; pero los cierto es que la estadística ha probado de que los niños no son capaces de exagerar la gravedad de dichos incidentes.
En el caso de la adolescencia, los sentimientos pueden ser confusos. El descubrimiento de la sexualidad, el uso de ropas y maquillajes provocativos le pueden dar la sensación al menor de que ellos contribuyeron de alguna manera al ataque. y a veces los padres son reacios a tocar estos temas, por temor a provocar en ellos pensamientos alarmantes o, en el peor de los casos, generar una actitud de encierro y rechazo por parte de los adolescentes. Sin embargo hay varias maneras de generar la apertura, preguntando cómo fue su día en la escuela (o el secundario) y dando la oportunidad a que el menor pueda explayarse en sus propios términos.
Los padres deben estar atentos a los cambios repentinos de conducta en sus hijos y la posibilidad de que un incidente sexual pueda haber sido la causa. Por ejemplo, una madre que verificó que su hijo – al regreso de una temporada de campamento – comenzó a tener pesadillas y a negarse a ir a dormir si no le dejaban la luz prendida. Al comenzar a sondear, el hijo le contó a la madre que, luego de relatar cuentos de fantasmas, los consejeros se metían en la misma bolsa de dormir con los chicos durante la madrugada.
Como la mayoría de los atacantes son varones, resulta de fundamental importancia la actitud del padre frente a la situación, ya que es el referente masculino que posee el menor. Es necesario que el chico / chica recuerde que no todos los hombres son iguales al que lo ultrajó.
Si usted se ha enterado de que su hijo ha sufrido un ultraje, adopte las siguientes medidas recomendadas por los especialistas:
- Ofrézcale al niño consuelo y manifieste tristeza por lo ocurrido.
- Asegúrele al pequeño que hizo bien en contar lo sucedido. La mayoría de los atacantes sexuales amenaza a la víctima para que guarde el secreto. Con sólo manifestarlo, el menor se quita una enorme carga de vergüenza y temor.
- Deje bien establecido que la culpa es del atacante y no del menor. Use la analogía de que el atacante es un ladrón y que no todos los adultos actúan de igual manera.
- Convenza al niño de que el atacante será castigado. Si el ofensor es un amigo o pariente, la acción legal será muy difícil. Pero los registros policiales demuestran de que el ultraje rara vez es delito de una sola ocasión. A la larga o a la corta será descubierto nuevamente y obtendrá el castigo que se merece.
- Los padres deben llevar a su hijo a una revisión pediátrica. Quizás el incidente no haya pasado de un manoseo pero, si hubo penetración, el especialista puede revisar al chico y detectar si hubo contagio de alguna enfermedad venérea.
El otro punto es el de la ayuda sicológica. Si no hubo violencia física y si los padres pueden hablar del incidente con el niño sin reservas, quizás no sea necesario recurrir al sicólogo. Pero si usted o su hijo se siente incómodo de hablar del tema, es necesario que intervenga un terapeuta especializado en esta clase de temas.
Los padres deben suministrar información preventiva a sus hijos. El viejo consejo de no aceptar nada proveniente de desconocidos ha perdido efectividad, gracias a que el grueso de los agresores suelen ser amigos de la familia o parientes de la misma.
Sin generar una sensación de paranoia constante en el chico, prevéngalo de cualquier contacto físico que pueda perturbarlo. Que aprenda a diferenciar entre una normal manifestación de cariño y una indeseable caricia sexual.
El objeto de discutir tales temas es darle la confianza suficiente para que, cuando llegara el caso, se sientan seguros de recurrir a sus padres para decirles lo que les ha ocurrido. Lo importante es que los pequeños jamás acepten la promesa forzada y/o amenaza de que el incidente es sólo un secreto entre él y su agresor. El guardar dicho secreto puede resultar mucho más perjudicial que la agresión en sí, además de dejar en las sombras un acto de inhumanidad e injusticia.