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Por Alejandro Franco – contáctenos
La gente gusta de creer en utopías. A final de cuentas son modelos perfectos de sociedad, basados en un esquema de ideas. Cuando ese esquema de ideas se organiza, clasifica, difunde y populariza – con lo cual se obtienen seguidores -, se transforma en una ideología. Alguien ha encontrado un medio para alcanzar dicho estado de bienestar, y ha armado un conjunto de postulados de cómo poder alcanzarlo.
El problema de las ideologías es que su cumplimiento a la perfección es tan utópico como las utopías que pretende materializar. Los principales problemas con las que se enfrentan – aparte de los obvios inconvenientes de la aplicación práctica de un grupo de ideas de laboratorio – son el ego y la ambición: los líderes venden una idea, reciben un enorme apoyo popular y, cuando se erigen en la cima, se intoxican con el poder hasta el punto de aferrarse a él y combatir a quienes pretendan sucederlo… sea por métodos legales o por la fuerza.
Es en ese punto en donde las ideologías se ensucian. Uno podrá discutir si son acertadas o no, pero las puestas en práctica difieren notablemente de los postulados que las hicieron nacer. El problema entre la utopía y la ideología es la clase política – el intermediario o intérprete -; y a menos que se trate de una nación intelectualmente avanzada y dotada de un poderoso y equilibrado sistema de poderes, resulta inevitable que los políticos incurran en actos de corrupcion al alcanzar el gobierno, pretendiendo implementar esos conceptos “ideales” que enarbolaron durante su campaña… pero a su modo y beneficio.
Pero quizás el mayor pecado no le corresponda al pecador – el político corrupto – sino a aquel que dice ser intelectual y defensor de un gobierno corrupto. Gente de las letras y de las artes, capaces de realizar soberbios análisis teóricos sobre Rousseau y Maquiavelo, pero que salen a apoyar a un grupo de gente que, o ha violado reiteradamente los derechos humanos de quienes dicen defender, o existen sobradas pruebas de que se han enriquecido a costa del patrimonio nacional.
Yo veo a mucha gente brillante sacándose fotos con personajes impresentables. ¿Cuál es la explicación?. No todos son amigos de la infancia ni los une un vinculo familiar entrañable. También es cierto que hay corruptos poderosamente carismáticos, capaces de convertir en creyentes al ateo más recalcitrante.
Pero creo que la causa más poderosa se centra en una ceguera intelectual, la cual es selectiva y sólo le permite apreciar la porción de realidad que le resulta conveniente a su relato. En ningún manual figura que un gobierno popular, que apoya y defiende a los pobres, tenga como condición intrínseca encarcelar, torturar y/o perseguir a quienes se le oponen, y acallar a todos aquellos que desean elevar su voz con una opinión contraria. ¿Por qué hay personajes que salen a fotografiarse y proclamar su devoción por individuos como Fidel Castro?. ¿Cuál es la diferencia – de método – entre Fidel Castro y un individuo como Jorge Rafael Videla?. Ambos han sido dictadores – ya que han congelado durante años las elecciones -, han perseguido a los que pensaban diferente, y han atestado cárceles con aquellos a los que se les etiquetó como “enemigos del estado”. Quizás Castro haya conseguido un estado de relativo bienestar para su isla, pero ello ha ocurrido a costa de la supresión de la libertad de expresión y de la persecución del diferente – ¿acaso no hay socialismos moderados y democráticos en otras partes del mundo, que obtienen resultados similares por medios populares y legales? -. Sin dudas la Cuba pre-Castro era un foco infecto de corrupción y desigualdad; pero tampoco irse al otro extremo – erigiendo un dictador eterno y soberbio – es una solución deseable. Es posible que los intelectuales consideren que a grandes males sólo existen remedios grandes y violentos, sin considerar siquiera alternativas intermedias. ¿Realmente todos los opositores de Castro son golpistas financiados por los Estados Unidos?. Si el gobierno de Castro es tan popular, ¿por qué no avalarlo con elecciones libres y soberanas, en donde una mayoría rotunda terminaría por acallar las voces que claman la injusticia del régimen?.
El gran problema aquí pasa por los intelectuales, quienes son una clase de élite que debería convertirse en monitores del accionar político y social. Un grupo de sabios que indican el rumbo a seguir, o si el camino que estamos tomando está torcido. Cuando esos intelectuales salen a apoyar a gente que se llenó los bolsillos robando, que se proclama con una actitud fascista de ser elegidos de Dios (y que el sonido de su voz es el único válido de escuchar), que han asesinado o encarcelado personas en defensa de lo que dice ser su ideología, terminan siendo tan corruptos como los individuos que dicen defender. y es que, a veces, la gente cae en posturas que son tan extremistas como idiotas: porque, si uno detesta la prepotencia de los Estados Unidos, entonces… ¿tenemos que salir a abrazarnos con Khadafi?.
El horror de todo esto es que los iluminados de la razón terminan enceguecidos por el brillo de las luces del espectáculo. Consideran que las acusaciones de matanzas, violaciones de derechos humanos, falta de libertad de expresión, falta de elecciones o, simplemente, el vaciamiento sistemático de las arcas del estado, son inventos creados por los enemigos de los paladines de “la libertad y justicia”, mercenarios pagados por fuerzas oscuras y desestabilizadoras, envidiosos del éxito de un modelo de conducción y de estado. Jamás piden una comisión investigadora que dilucide la verdad; o consideran todo como una mentira, o bien creen firmemente que toda esa parva de violaciones, abusos y corrupción es un derecho de piso necesario que el pueblo debe pagar para alcanzar un estado cercano a la utopía que acarician. Es en ese caso en donde uno debe levantar el dedo y señalar en gesto de acusación… no al político – cuya naturaleza es corrupta en el 99% de las veces, y cuyo proceso de depuración pasará por un poder judicial independiente y fuerte que termine por enjuiciarlos y encarcelarlos – sino al artista y al intelectual; porque ellos, como representantes destacados de nuestra sociedad (y como analistas intelectualmente sobresalientes) son quienes deberían habernos dado la voz de alerta de que el gobierno se estaba descarrilando, y que estaba usando el poder público en su propio beneficio, o bien, incurriendo en abusos que van en contra de la naturaleza de las ideas que dicen defender. A los políticos, corruptos y dictadores (sean de derecha, centro o izquierda) les esperará la cárcel; pero aquellos que constituyen el semillero de ideas de una sociedad – y que decidieron aliarse, sea por conveniencia, deslumbramiento personal, o ceguera intelectual, con un gobierno dictatorial o descarrilado – merecen la eterna reprobación social, simplemente porque no cumplieron su función de fiscales y custodios de las ideologías que dicen defender, transformándose en cómplices de personajes definitivamente reprobables. No existe gobierno justo si no existe la posibilidad de expresar su opinión; y si a esto se le suma corrupción y/o violaciones de los derechos humanos, sólo tenemos mafias y dictadores fuertemente maquillados de gobiernos populistas, individuos execrables que sólo operan por su propio beneficio y/o para conservar el poder desmedido que han obtenido durante años de excesos. La justicia social se puede obtener sin acallar, matar, robar o perseguir; pero en este caso sólo tenemos impostores que usan una causa justa como excusa para clavar sus garras en el poder y no soltarlo jamás; y, tras ellos, va una camada de ingenuos y mercenarios, individuos que creen estar en un momento histórico o junto a un personaje memorable, el cual – lo único que quiere – es utilizar el Estado como si fuera su propiedad personal.