Historia mundial: La incidencia de la economía en la Segunda Guerra Mundial

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Toda guerra comienza por una causa económica; los triunfos y las derrotas del conflicto dependen de quien posea la industria mas autonoma (y menos dañada por los ataques). El dinero impulsa los avances científicos para crear armas mas eficientes, y la infraestructura para llevar provisiones al frente de batalla aunque esté a miles de kilómetros de casa. El caso ejemplar es la Segunda Guerra Mundial, la cual examinamos en el presente análisis.

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Por Alejandro Franco – contáctenos

Es la economía, estúpido.

La frase mas conocida de la campaña presidencial de Bill Clinton de 1992 se puede aplicar, con toda justicia, a la causa probable del 99% de las guerras que ocurrieron a lo largo de la historia.

El por qué se iniciaron, el por qué triunfaron quienes triunfaron, el por qué fueron derrotados los que fueron derrotados.

Toda causa expansionista, nacionalista o reivindicativa esconde un motivo económico. Es así de simple.

Tomemos de ejemplo la Segunda Guerra Mundial, que es una consecuencia directa de la Primera Guerra Mundial. Para 1914 todo estaba cocinado para un conflicto masivo a gran escala: el deseo desenfrenado de apoderarse de colonias y territorios en todo el mundo – para expandir las economias nacionales al rango de súper potencias -, los odios nacionales, la carrera armamentista (para la cual se precisaba un enorme gasto de recursos nacionales). Estalló la guerra, Europa quedó arrasada y la mayoría de los involucrados quedaron reducidos a cenizas, ya sean perdedores (Alemania) o ganadores (Italia).

Y luego vino la venganza de los aliados, imponiendo condiciones económicas asfixiantes a Alemania como la enorme deuda de reparación histórica que se les impuso a los germanos por los costos del conflicto.

Claro, esto desató el caos en Alemania. Una economía devastada que, para colmo, terminó por implosionar debido al crack bursátil de Wall Street de 1929.

Pero la soberbia y el exceso de ambiciones de los aliados de la Primera Guerra terminaron desatando un monstruo – el del surgimiento de movimientos de fanáticos, ultra nacionalistas y ultra derechistas, en el continente europeo -. Surge Hitler en Alemania y Mussolini en Italia.

Resulta curioso ver que, lo que las democracias previas no pudieron resolver, los nuevos dictadores terminan solucionando debido a la imposición de reglas agresivas de expansión económica. Hitler resuelve la crisis alemana con toneladas de obras públicas (como las Autobahn, las modernas autopistas germanas financiadas por el estado y que preparaban el camino para la guerra –¿acaso los romanos no crearon un imperio construyendo las primeras rutas para trasladar de manera veloz ejércitos y recursos hasta las fronteras de sus enemigos y aplastarlos de manera implacable? -) y recreando (a escala potenciada) la maquinaria de guerra germana. Porque construir tanques, aviones y armamentos de manera masiva inyecta una enorme cantidad de recursos a una economía en estado de coma.

Luego vinieron las primera invasiones – los germanos en Europa Central, los italianos en Africa -, y las alianzas de turno. Incluso del otro lado del mundo los japoneses se identificaron con las ambiciones expansionistas de las fuerzas del Eje y se plegaron a su alianza.

Un detalle extremadamente curioso es que ninguno de los países involucrados posee recursos propios en cantidades suficientes para mantener una guerra a escala planetaria. Alemania, por ejemplo, se proveía de hierro de Suecia, y tenía que obtener petróleo de paises vecinos – es por ello que sus primeros objetivos es alcanzar los pozos petroleros de los Balcanes y Ucrania para mantener activa su maquinaria de guerra -. Japón es el caso mas claro y ejemplar: no tiene nada. Todo lo debía importar y, cuando se embarca en la campaña del Pacífico, pronto les queda en claro que no pueden mantener una agresiva política de expansión si no acceden a una fuente masiva de recursos petroleros… los cuales estaban en Filipinas, un protectorado estadounidense desde finales del siglo XIX. Si Japón desea apoderarse de Asia, entonces debe invadir Filipinas; y para ello – y ganar tiempo – deben arrasar con la flota norteamericana del Pacífico, lo que determina el bombardeo de Pearl Harbor en Diciembre de 1941. Operación que les resultó fallida ya que los portaviones estadounidenses – principal objetivo estratégico del ataque – no estaban en puerto; a pesar del masivo daño provocado por el ataque, los japoneses no lograrían destruir la principal fuerza de ataque móvil de la armada norteamericana y pronto estarían pagando las consecuencias en la batalla de Midway en 1942, en donde los estadounidenses diezmarian la flota japonesa en una dura derrota que cambiaría el curso de los acontecimientos en la guerra del Pacífico.

Y si Japón y Alemania se embarcaron en una guerra para apoderarse de recursos (para alimentar su gigantesca maquinaria bélica y su imparable expansión territorial), el severo error que cometieron fue involucrarse con dos potencias cuyas industrias estaban demasiado lejos y a salvo de la agresión de las fuerzas del eje. ¿Cómo podrian los alemanes detener la masiva industria bélica norteamericana si Estados Unidos estaba a 6.700 kilómetros de Berlín?. No tenían bombarderos de semejante rango en aquella época – recién aparecerían 20 años después durante el auge de la Guerra Fría y la proliferación de la tecnología jet, como los B-52 -, la tecnología de cohetes estaba en pañales, y la fuerza naval germana era masiva pero de pequeña escala – apenas construyeron algunos acorazados de bolsillo, nunca terminaron su primer portaviones, y se dedicaron a fabricar submarinos (mas pequeños y eficientes) para su guerra en altamar contra británicos y norteamericanos -. No tenían el acero suficiente para crear una fuerza naval capaz de sobrepasar en número y poder de fuego a la gigantesca flota naval británica. De ese modo, no podían llevar la guerra al hogar de sus enemigos no europeos. Japón estaba algo mejor posicionado en el aspecto naval, pero las distancias entre el Imperio y Estados Unidos seguían siendo desalentadoras… además de no tener recursos como para reabastecer la fuerza atacante una vez llegada a la costa americana y, mucho menos, garantizar su retorno.

Algo similar ocurrió con la Unión Soviética. Aliada en un principio con los alemanes, Stalin sabía que la traición germana era cuestión de tiempo… pero el ejército rojo – aunque gigantesco – estaba desactualizado y no estaba preparado para las tácticas de guerra relámpago de los alemanes. Cuando Hitler ordena el ataque a la URSS en 1941, las pérdidas de los soviéticos son masivas; pero Stalin pronto aprende de su implacable enemigo. Primero, establece lineas ferroviarias a lo largo del frente – en especial Ucrania – y comienza a desmantelar industrias, trasladándolas a Siberia y a miles de kilómetros detrás de la línea de fuego. Luego, captura tanques y aviones germanos, realiza el proceso de ingenieria inversa, crea modelos similares e incluso mejorados. Al no poder arrasar la industria soviética – que estaba demasiado lejos del alcance de los bombarderos de la época -, Alemania no puede impedir la recuperación / renovación del ejército soviético. La realidad le da una cachetada en Kursk en 1943, en la mayor batalla de tanques de la historia (6.300 blindados, involucrando tres millones de soldados y mas de 4.400 aviones), en donde el nuevo ejército rojo le propina la peor derrota de la guerra y pasa a una agresiva ofensiva que terminaría con la caida de Berlín en Abril de 1945.

Con la industria intacta, las fuerzas del eje terminan perdiendo porque los aliados le cierran el paso a los recursos, cuyas fuentes están en paises invadidos. Alemania posee una gran reserva y por eso libra una batalla feroz hasta el final en Abril de 1945, pero Japón se volvería un gigante ciego, inmóvil e indefenso mucho antes de su derrota en setiembre del mismo año. Las fuerzas niponas no tendrían ni combustible para hacer volar sus aviones – menos, movilizar su menguada fuerza naval -, escasearían las municiones y, especialmente, la comida. El problema principal de Estados Unidos es forzar la rendición de una nación que, aunque carente de recursos, posee una población de mas de 70 millones de habitantes que están dispuestos a defenderse con todo lo que tengan a mano frente a una eventual – y sangrienta – invasión a territorio nacional japonés. Es por ello que los norteamericanos terminan lanzando las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki – frente a la depresión popular y ante la amenaza de exterminio masivo los nipones aceptan rendirse, aunque imponiendo condiciones como la conservación de su emperador – dios todopoderoso -.

La economía lo es todo; potencia la industria militar, la investigación científica –que da a luz tecnologías militares de avanzada -, genera infraestructura para operaciones de logística para el reaprovisionamiento de tropas lejos de casa; escala ambiciones y genera invasiones, y todo el sentimiento nacionalista de expansionismo e imperialismo no deja de ser el deseo desmedido de ampliar las fuentes de recursos nacionales incorporando a la fuerza otras de origen extranjero. Ocurrió hace miles de años, ocurrió en el pasado cercano, ocurre en el presente, ocurrirá en el futuro. General y ejércitos no son mas que títeres de ocultas ambiciones económicas, las cuales dan via libre a sus desmedidos juegos de guerra con el fin de obtener cuantiosos botines a costa de territorios y miles de vidas humanas.