Autos argentinos: La historia del auto anfibio Ipam Leeds (y la historia de los coches anfibios)

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La crónica de un extraño microcar criollo con características anfibias que no pasó de la etapa prototipo; y, como plus, la historia de los vehículos anfibios.

Autos argentinos: La historia del auto anfibio Ipam Leeds (y la historia de los coches anfibios)

Por Alejandro Franco – contáctenos

Conquistar la tierra y el mar con un solo vehículo. Es un desafío de ingeniería épico, y que no siempre ha dado buenos resultados. Consideremos por ejemplo el primer vehículo anfibio, el Oruktor Amphibolos de 1805. Una enorme lancha con ruedas de metal que pesaba 17 toneladas y que había sido diseñada para dragar ríos. La diseñó el inventor Oliver Evans, el cual había patentado un enorme motor a vapor para impulsar semejante armatoste. Las pruebas no fueron demasiado exitosas, especialmente porque en tierra las ruedas de metal tendían a ceder por el gigantesco peso del aparato. Algo mejor le iba en el agua. Flotaba y navegaba pero, como draga, dejaba mucho que desear.

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Eso no impidió que quedara instalada la idea de los vehículos anfibios en la mente de los inventores. El problema era, como lo fue siempre, la tecnología. Hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial para que se fabricaran algunos modelos exitosos, especialmente con propósitos militares. A efectos de este tema, un vehículo anfibio es el que puede flotar y funcionar como lancha, y luego puede llegar a la costa y andar por tierra. No entran en la categoría los vehículos todo terreno que tienen motores herméticamente aislados y que pueden transitar el lecho de los ríos, como algunos modelos de Land Rover que poseen chimeneas en vez de caños de escape para propulsar los gases de combustión, ni las extrañas ideas de algunos científicos alemanes de hacer tanques con snorkels, capaces de vadear ríos yendo por el lecho sin la necesidad de puentes.

En el terreno militar hubo dos categorías. La primera es la de vehículos de reconocimiento anfibios, como el Ford GPA que es un derivado del Jeep, o el Schwimmwagen, derivado del Kubelwagen y que usaba la mecánica del Volkswagen Escarabajo. La segunda categoría son camiones anfibios o lanchas con ruedas, que sirven para transporte de materiales, tropas y que pueden llevar alguna ametralladora montada. Está el DUKW de General Motors y, cuando los rusos recibieron las primeras unidades de éstos, decidieron hacerle ingeniería inversa y terminaron dando a luz el BAV 485 en 1952. A diferencia de una lancha de desembarco, el vehículo podía salir del agua y posicionarse rápidamente detrás de las líneas enemigas mientras esquivaba el fuego cruzado. Al día de hoy hay versiones más modernas y eficientes de tales vehículos pioneros.

Mientras que en materia militar la existencia de un vehículo anfibio se justifica, el tema cambia cuando se trata del uso civil. Se precisa ingeniería cara, mantenimiento, y no cualquiera precisa un vehículo de semejantes características. Algunos DUKWs fueron reciclados en la posguerra, vendiéndose a civiles y terminando como vehículos de paseo para recorrido de turistas. En un lugar como Hawai, que está plagado de islas, su existencia se justifica pero,… ¿en qué otros escenarios se puede precisar un vehículo que vaya por mar y por tierra?.

La respuesta nos la puede dar el Amphicar, el coche anfibio más exitoso de la historia. Y la palabra exitoso la debemos usar entre comillas, ya que se fabricó por casi una década pero vendió apenas 3.878 unidades entre 1961 y 1968. El diseñador fue el alemán Hans Trippel pero, lo que pocos saben, es que el Amphicar fue fabricado por el grupo Quandt. Y el grupo Quandt es el que terminó por comprar a la BMW en 1959, salvándola de la ruina y de ser adquirida por la mercedes benz.

Aún con toda la suprema ingeniería alemana aplicada al autito, el Amphicar era decepcionante tanto en tierra como en el agua. Usaba un motor Triumph de 1.147 cc poco confiable, y cuando estaba a flote, podía ir a una velocidad máxima de 7 nudos. En tierra llegaba a los 110 km/h. No era barato ni muy útil, pero su figura era única y pronto se convirtió en objeto de culto. Apareció en varias películas de la década del 60 como El Analista del Presidente o Inspector Clouseau, e incluso el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson tenía uno para su uso particular. Solía gastarle bromas a los desconocidos, manejando el auto en su propiedad, y diciendo que había perdido el control de los frenos, sólo para internarse con el coche en el río y salir navegando ante la mirada incrédula de los visitantes.

Quizás el destino que le daba Johnson a su Amphicar sea el más claro ejemplo de su utilidad. Un vehículo exótico, diseñado como juguete con propósitos recreativos para ricos, pero sin ningún uso útil en la vida real.

Actualmente hay varios coches anfibios en venta, como el Dutton Surf, el Gibbs Aquada o el WaterCar, pero el precio de cada uno de ellos no baja de los 100.000 dólares, convirtiéndolo simplemente en un chiche para millonarios.

Un Amphicar alemán de la década del 60.

Un Amphicar alemán de la década del 60. Era caro, complicado de mantener y no era ni cómodo ni veloz, ya fuera dentro o fuera del agua. Como sea, se volvió objeto de culto por parte de los norteamericanos, quienes pronto armaron clubes de fans aunque del coche se hayan hecho menos de 4.000 unidades a lo largo de la década del 60.

Un coche anfibio a la criolla: el Ipam Leeds

El caso que ahora nos ocupa es el de un vehículo anfibio diseñado en nuestras pampas. Se trata del Ipam Leeds, creado por Guillermo Leeds, un técnico de la ciudad de La Plata. A mediados de los años 50 Leeds armó un emprendimiento, Industrias Platenses Automotrices, con el fin de fabricar microcoches. Con otros cinco socios estableció las oficinas de la firma en la calle 56 al 324 de la ciudad de La Plata, y se dedicó a armar los bocetos de los vehículos. Corría el año 1956.

Aunque en teoría llegó a armar cuatro prototipos, sólo se conservan fotos de la versión 3 y 4. El Leeds 4 era un microcar standard y terminó siendo descartado, decididos a apoyar el prototipo número 3. La novedad del tercer modelo era que se trataba de un microcoche anfibio con puertas alas de gaviota, tal como el Mercedes 300 SL de la época o, décadas más tarde, el famoso DeLorean de la película Volver al Futuro.

Desde 1956 a 1959 testearon el auto durante 80 mil kilómetros, y realizaron los ajustes pertinentes. Incluso lo presentaron en sociedad, haciendo una demostración de su desempeño en el agua en el lago del bosque de la plata.

Tenía una carrocería de acero liviana y resistente que pesaba apenas 400 kg. El coche en sí podía llevar una carga de 250 kg. En tierra llegaba a los 90 km/h.

Si el Amphicar tenía una performance decepcionante, imaginen un auto anfibio con un motor tres veces más chico. Le pusieron un motor Villiers de 325 cc de dos tiempos que, en el agua, los diseñadores indicaron que daba unos 12 km/h, el equivalente a 7 nudos. No es una cifra muy creíble considerando la poca potencia del motor, si bien el Ipam Leeds pesaba menos de la mitad del Amphicar. Si uno quería sacarlo a navegar, primero había que salir del auto y atornillarle una hélice de tres palas en el compartimiento trasero.

En teoría la autoneta Ipam Leeds, como la llamaron sus creadores, iba a empezar a comercializarse en 1960. Para arrancar trajeron una partida de 40 motores Villiers, pero los trámites de importación se complicaron y demoraron demasiado. Luego la historia del coche se pierden en las arenas del tiempo. En teoría se armaron unas 15 unidades para 1961, aunque hay fuentes que indican 200 unidades producidas. Como sea no quedaron sobrevivientes, ya sea en manos de coleccionistas ni siquiera en desarmaderos o abandonados en el campo. Un emprendimiento de ambiciones extrañas, que no encontró el favor del público para poder prosperar.