Cine, TV, Video: crítica: Catfight (2016)

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Una historia de odio mortal entre dos mujeres con un pasado común – y un presente radicalmente diferente – genera risas y sorpresas, lástima que la conclusión no termina de ser redonda. Calificación: 4/5

Critica: Catfight

Por Alejandro Franco – contáctenos

Catfight (2016) Venenosa. Cómica. Incompleta. Tres adjetivos que definen a la perfección Catfight, el filme de Onur Tukel. Como puede apreciarse en el trailer, ésta es one joke movie un término acuñado por los norteamericanos para definir una película basada en un único chiste o idea -. Dos mujeres de estratos sociales muy diferentes – pero que fueron amigas en la universidad – se reencuentran después de 20 años sin verse. Una es una fracasada artista llena de pretenciones, la otra es la esposa trofeo de un adinerado contratista del estado. Las diferencias y el odio estallan en cuestión de minutos y, de pronto, ambas mujeres se encuentran enfrascadas en una pelea brutal. La esposa trofeo queda en coma dos años, se despierta y descubre que ha perdido todo. Lentamente comienza a aprender algo de humildad, aunque su esencia cínica sigue siendo la misma. Se topa con la artista – ahora devenida en el éxito de moda en los círculos intelectuales citadinos -, y el odio renace. Otra pelea bestial… y ahora es la artista la que queda dos años en coma, se despierta con su mundo arrasado, y sale a buscar venganza. Y así… una y otra vez.

Debo admitir que, durante la mayor parte del tiempo, la premisa de Catfight funciona de maravillas. No sólo estas mujeres son detestables, sino que la desgracia no termina por calar hondo en sus entrañas. El personaje de Sandra Oh – la esposa ricachona que un día descubre que no tiene mas fortuna ni familia ni status – es el que más se acerca a lo humano… aunque una chispa en su interior – de soberbia y cinismo – nunca termina de morir. Ha bajado unos cambios, pero sigue siendo desagradable y pronto sus escasos aliados terminan por expulsarla. Cuando los roles se invierten, ahora es el personaje de Anne Heche quien debe morder el polvo; pero, al contrario de Oh, la Heche es una figura vitriólica que sólo destila odio por todo lo perdido. La Heche es gay y tenía una familia en ciernes, pero ahora todo se ha ido al garete – no novia, no hijos – y la insípida ayudante de su estudio artístico – a la cual ha bardeado mal durante años – resulta ser mucho mas exitosa que ella a raiz de sus infantiles dibujos de conejitos azules – los cuales son sensación y le han ganado un contrato de Hollywood -. y la Heche la odia y la envidia, aún cuando sea la única persona en el planeta que le ha dado refugio. Para ella, existe un orden darwiniano en la sociedad, y ella es una depredadora que ha caido en una mala racha. Jamás su ayudante podría superarla – es un ser desvalido e inferior -, y semejante ceguera sólo determinará su caída.

Catfight no se queda sólo en la sátira social – a final de cuentas, estas mujeres suben y bajan de status con una velocidad pasmosa, y terminan dando su punto de vista de la nueva posición adquirida -, sino que también dispara contra la política y contra las preconcepciones de la sociedad norteamericana. La esposa del contratista – que ve a la guerra como algo natural del espíritu estadounidense y un negocio que le permite a su marido hacer dinero para mantener su status – termina perdiendo a su hijo en el fragor del conflicto con Irak. Su cinismo machaca el seudo patriotismo de la refriega, observando que los únicos que ganan son los ávidos empresarios que succionan jugosos contratos con el estado, ya sea para armas o para reconstruir lo que ellos mismos han devastado, mientras que el resto sólo sirve para enlutarse por sus hijos muertos, o golpearse el pecho por una causa que no terminan de entender lo horrendo de sus consecuencias pero que apoyan ciegamente. La artista, en cambio, es una fabricante de basura que – de pronto – pasa a estar de moda simplemente porque el snobismo metropolitano ha creido ver mensajes pacifistas en sus toscos dibujos recargados de odio. La acompaña su amante – una Alicia Silverstone deliciosa, la cual no deja de ser tan prejuiciosa como su novia, pero al menos tiene mayor urbanidad y simpatía; la escena del baby shower donde empieza a rechazar juguetes por su origen o calidad es tan incómoda como cómica -, a la cual prepotea a través de su supuesta inspiración artística. No, la Heche no es una buena persona, y lo suyo es mas una fuerza de la naturaleza – potente, antagónica – que está diseñada para chocar de la manera mas violenta cada vez que puede.

En el fondo Catfight es una ácida crítica contra el conformismo. Los norteamericanos, a la distancia, aceptan una guerra simplemente porque el gobierno se lo ha vendido así. Toda esta gente llega a posiciones de poder – ansiadas, soñadas – y, aún así, no logra ser feliz. El dinero lo es todo, pero el vacio en sus almas es imposible de llenar. Quizás es el dinero lo que las lleva a ponerse en un banquito y disparar discursos sobre la vida de los demás como si fueran seres superiores. Como un espejo, una se refleja en la otra y ve sus propias frustraciones. Y, cuando todo ha desaparecido, sólo queda el odio. Un odio mortal que, quizás no reemplace la sensación de pérdida, pero al menos le va a permitir vaciar su corazón y respirar de manera un poco mas tranquila.

Por supuesto, el filme funciona de maravillas gracias a las fantásticas performances de Oh y Heche. La Oh, con su rostro pétreo y casi caricaturesco, destila emoción por sus ojos y su boca, mostrando odio y dolor al mismo tiempo. En cambio la Heche es sencillamente salvaje; una mujer cruel, egoista, feroz que no conoce la paz ni la reflexión. Cada vez que chocan, las peleas son brutales – imaginen El Club de la Pelea en versión femenina – y, a la vez, hilarantes. Se tiran con artillería pesada y, de tanta crueldad, terminan por ser graciosas.

El problema con Catfight es el tercer acto, el cual no provee una conclusión adecuada. Es como si estas contendientes estuvieran destinadas a batallar entre si por toda la eternidad cuando, quizás, hubiera sido mas satisfactorio darle un cierre ligeramente mas amable – como que Oh y Heche han tenido sentimientos mutuos ocultos durante todo este tiempo, y esta refriega ha quita la hojarasca para que los descubran, hagan las paces y vivan felices juntas -… pero el director Tukel sigue apostando por la ferocidad (y la gracia) de los combates, y deja un final abierto que no termina de cuadrar como corresponde. ¿Pasamos por todo esto para llegar a este climax?.

Aún así, el resto del filme es una pasada. Desde ya, no es para cualquiera – es una comedia negrísima que, pasada por el tamiz, no deja de ser deprimente – pero, para quien se anime, verá un tour de force de dos actrices de la hostia, destilando veneno y emociones como sólo ellas saben hacerlo. Y, para mi, ésa es razón mas que suficiente para ver la película.