Artículos interesantes: no todo lo que vuela es un OVNI

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Reproducimos el siguiente artículo, escrito en su momento por Carl Sagan

NO TODO LO QUE VUELA ES UN OVNI

En el segundo siglo de la era cristiana vivía en Grecia un estafador apuesto, inteligente y completamente libre de escrúpulos: Alejandro de Abonutico. Su impostura más famosa empezó un día en que se lanzó a la plaza pública y predijo el advenimiento de un nuevo dios. Luego, seguido de la muchedumbre, corrió a un templo a medio construir y “descubrió” (en donde había ocultado previamente) un huevo de ganso dentro del cual había una víbora recién nacida. Este, proclamó, era el dios de su profecía.

Después de retirarse a su casa por unos días, recibió en ella a las multitudes que, atónitas, se lo encontraron con una gran serpiente enroscada en el cuerpo. Se trataba, en realidad, de una variedad bastante dócil. Le había colocado una cabeza de tela de aspecto un tanto humano. La sala estaba mal iluminada y, debido a los empujones del gentío, nadie pudo permanecer mucho tiempo ni inspeccionar el animal, así que se tragaron la mentira.

Alejandro anunció después que el dios contestaría cualquier pregunta enviada en sobre sellado. El, luego, leía a solas los mensajes y volvía a cerrarlos con una respuesta oracular adjunta. La gente acudió en masa y Alejandro recibió unas ganancias equivalentes a varios cientos de miles de dólares por año y una fama que muy pocos en su época igualaron.

Acaso hoy nos riamos del vendedor de oráculos, y afirmemos que nunca nos estafarían así en la actualidad...¿Nunca?, En los tiempos de Alejandro los esfuerzos para confundir a la gente solían relacionarse con la religión, lo cual aún sucede; mas en los últimos cien años la ciencia ha surgido como el instrumento principal para penetrar los misterios del universo, y es de suponer que muchos engaños contemporáneos tengan cierto halo científico. Y así es.

Hoy por hoy se ofrecen al margen de la ciencia aserciones que despiertan el interés público y que, de ser verdaderas, revestirían en muchos casos una profunda importancia científica. Son noticias que salen de lo ordinario, de la rutina, y que a menudo sostienen, por ejemplo, que tenemos vastos poderes sin explotar o que algunas fuerzas invisibles nos van a salvar de nosotros mismos o a destruirnos.

Ahora la ciencia hace también algunas afirmaciones de esa índole; que la información hereditaria está codificada en una sola molécula, el ADN; en el descubrimiento de la deriva continental; en la liberación de la energía nuclear. ¿Cúal es, entonces, la diferencia entre estas declaraciones y la de que es posible flotar en el aire por el esfuerzo de su propia voluntad?. En los últimos 100 años se han presentado muchos casos de levitación – incluso con fotografías – pero nunca bajo condiciones que excluyan la posibilidad de fraude.

Tomemos otro ejemplo: la proyección astral. Bajo condiciones de éxtasis religioso, sueño hipnagógico o, a veces, bajo la influencia de una droga, ciertas personas dicen tener la sensación inequívoca de que salen de su cuerpo y flotan sin esfuerzo; pero el hecho de que se transmita una sensación no significa que haya ocurrido como se cree. Quizás existe un defecto de conexiones común en la neuroanatomía humana, el cual conduzca bajo ciertas condiciones a la misma ilusión de proyección astral. Que yo sepa, nunca se ha demostrado un caso de proyección astral bajo circunstancias controladas y con la presencia de escépticos.

Platos voladores y triángulos misteriosos

Las afirmaciones más frescas y populares de la seudo ciencia se refieren a antiguos astronautas, al Triángulo de las Bermudas, y a los platos voladores. Los del primer grupo defienden la teoría de que numerosos monumentos arqueológicos pueden entenderse únicamente si se acepta que nuestros ascendientes establecieron contacto con civilizaciones extraterrestres. Según eso, un pilar de hierro en la India, las pirámides de Egipto, los monolitos de la isla de Pascua y las figuras geométricas de Nazca, Perú, fueron producidos por, o bajo la dirección de, seres de otros planetas. No obstante, en todos los casos surgen explicaciones plausibles y mucho más simples, basadas en la inteligencia y en el duro trabajo de los humanos.

El “misterio” del Triángulo de las Bermudas está vinculado a las incomprensibles desapariciones de barcos y aviones en el océano que circunda las islas Bermudas. La explicación más razonable (cuando estas desapariciones realmente existen, porque muchas de ellas resultaron que no ocurrieron jamás) es que los buques y aviones se hundieron debido a averías mecánicas o por causas naturales. Al igual que los entusiastas de los antiguos astronautas, los del Triángulo de las Bermudas no han proporcionado el peso de la prueba.

Los OVNIS (objetos voladores no identificados) son bien conocidos de casi todos. Mas, que veamos una luz extraña en el cielo no significa que nos visiten seres de Venus. Puede ser, por ejemplo, la luz de un automóvil reflejada en una nube, o un avión con un haz luminoso de alta intensidad para observaciones meteorológicas. No hay ningún caso, dentro del millón de observaciones de OVNIs registradas desde 1947, de un encuentro de proximidad autenticado por un número significativo de personas, y en forma independiente y confiable. Falta una buena comprobación anecdótica y faltan las pruebas físicas. Nadie ha presentado hasta ahora el más pequeño fragmento de uan nave espacial extraña… ni el cuaderno de bitácora del capitán de un navío estelar.

La verdad asombrosa

El interés en los platos voladores y en los astronautas de siglos remotos parece deberse, al menos en parte, a necesidades religiosas insatisfechas. Los extraterrestres suelen ser descritos como seres sabios, poderosos, benignos, y a veces ataviados con togas blancas. Se asemejan mucho a dioses o ángeles que vienen de otros planetas en lugar del cielo, y usan naves espaciales en vez de alas.

La curiosidad del vulgo por cuestiones como éstas es un buen indicio, creo; pero conviene atemperar con unas gotas de escepticismo nuestra receptividad a los portentos que presenta la ciencia moderna.

Hay que perseguir, ciertamente, lo extraordinario, pero las afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias, y el peso de la prueba debe recaer de lleno sobre los hombros de quienes las respaldan. Mientras tanto, el mejor antídoto contra las mentiras de la seudo ciencia reside, me parece, en las maravillas bien documentadas de la ciencia misma.

– Hay un pez africano de agua dulce que es casi ciego. Genera un campo eléctrico que le permite distinguir entre presas y predadores, y comunicarse en un lenguaje eléctrico – bastante complejo, por cierto – con otros peces de su propia especie. Esto supone un sistema de órganos completo y una capacidad sensorial desconocida para los seres humanos “pre-tecnológicos”.

– Se sabe hoy que las palomas tienen una notable sensibilidad al magnetismo, y que la usan para orientarse durante el vuelo y para reconocer sus alrededores… una modalidad sensorial desconocida para los humanos.

– Los cuasares parecen ser violentas explosiones galácticas que destruyen millones de mundos, muchos de ellos quizás habitados.

– Cada célula humana contiene docenas de mitocondrias, diminutas fábricas que combinan nuestro alimento con oxígeno molecular para extraer energía en forma conveniente. A la luz de algunas comprobaciones reciéntes, se ha llegado a pensar que hace miles de millones de años las mitocondrias eran organismos de vida libre que evolucionaron lentamente en la dependencia mutua con las células. En un sentido estricto no somos un organismo único, sino una estructura de cerca de diez billones de entes distintos.

Esta lista podría continuar sin fin. Considero que la selección de descubrimientos de la ciencia moderna resulta mucho más cautivante que la mayoría de doctrinas de la seudo ciencia. La ciencia es más intrincada y sutil, revela un universo mucho más rico y suscita inevitablemente nuestro asombro. y goza, además, de la fundamental virtud de ser verdadera.

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